La autodestructiva vida de Neal Cassady, el hombre sin el cual Jack Kerouac nunca hubiera escrito ‘En el camino’
Hay una fotografía de Neal Cassady y Jack Kerouac que suele incluirse en la portada de las ediciones recientes de En el camino. En ella los dos hombres pasan su brazo por encima de los hombros de su compañero, dando lugar a una imagen que, a veces, sorprende al espectador, aunque en realidad sea toda una declaración de principios: la novela es, efectivamente, obra de Kerouac, pero su verdadero protagonista es Cassady. Eso sí, este aparece allí bajo el seudónimo de Dean Moriarty. Porque, desde el principio, Kerouac había sentido fascinación por aquel joven. Por su personalidad, su carácter autodestructivo, su irreverencia y ese constante estado de euforia que siempre mostraba, capaz de contagiar y seducir a cuantos le rodeaban.
Cassady había nacido en Utah en 1926 y había tenido una infancia muy difícil. Su madre había muerto cuando él tenía pocos años y había quedado al cuidado de un padre alcohólico que no le hizo el caso suficiente. Vivió en varias instituciones y pronto comenzó a delinquir. Robó su primer coche a los catorce años y a lo largo de su vida fue detenido diez veces, teniendo que cumplir prisión por seis delitos distintos. Tuvo, sin embargo, oportunidades para encarar su vida –en su juventud un educador se sorprendió por su inteligencia y le impulsó a leer y a estudiar-, que acabó destruyendo para volver a sus excesos y robos.
Conocería a Kerouac y a otros miembros de la llamada “Generación Beat”, en Nueva York, adonde viajó a principios de la década de 1940, con 16 años –entonces estaba ya casado-, ganándose inmediatamente la admiración de ese grupo de escritores. Por encarnar, precisamente, el lado más sórdido y nómada de la vida. El de las instituciones sociales y las cárceles; el de la falta de rumbo y el desinterés por el futuro, así como todo aquello que los “Beat” entendían como “libertad”. Y aunque él siempre deseó que también se le tuviera en cuenta como intelectual y como escritor, no tuvo esa suerte. Preferían al personaje antes que al autor, si bien, sí se llevó los elogios de Kerouac, quien llegó a definirle como “el más grande escritor de todos”. De hecho, gran parte del estilo de En el camino bebe de Neal, pues en la construcción del gran clásico fueron fundamentales las cartas que este envió a Kerouac durante sus viajes.
Foto policial de Neal Cassady, tomada durante su juventud por las autoridades de Denver
Cassady, sin embargo, nunca pudo demostrar en vida su valía. Pasó el tiempo tratando de escribir un libro basado en su propia biografía y que nunca terminó. Principalmente, porque fue incapaz de dejar de lado sus excesos y pasiones. En los años que siguieron al descubrimiento de la Generación Beat se divorció, se casó, volvió a divorciarse y tuvo infinidad de aventuras; estuvo en prisión por sus delitos y, al salir en libertad, recorrió los Estados Unidos. En los sesenta tuvo, además, un especial protagonismo por sus viajes junto a Ken Kesey (el autor de Alguien voló sobre el nido del cuco), durante los que se dedicó a preconizar la filosofía hippie y el LSD. Andanzas que, por cierto, plasmó Tom Wolfe en su libro Ponche de ácido lisérgico, donde volvió a quedar de manifiesto la personalidad de Cassady y su potencial como personaje literario. No fue la última ocasión: también Ginsberg le mencionó en algunos poemas, así como otros miembros de la Generación Beat, incluido, nuevamente, Kerouac, quien regresaría a su figura para construir algunos de los personajes de sus siguientes novelas.
Por todo ello a la altura de 1967 la vida de Cassady se movía en el caos absoluto. Y es que a sus circunstancias habituales se sumaban sus problemas con sus ex esposas, sus hijos y todas las deudas que había contraído. Aún así, ese año, y el siguiente, no paró de viajar y estuvo en lugares como San Francisco, Denver, Nueva York o México, en donde residía cuando el 3 de febrero de 1968 acudió como invitado a una boda que se celebraba en la ciudad de San Miguel de Allende. Horas después, llegada ya la noche, salió del lugar y comenzó a seguir el trazado del tren, afectado por los excesos de la fiesta. Sin embargo, ya no regresó a casa. Al día siguiente encontraron su cuerpo, inerte, junto a las vías. Algunos de sus allegados aseguraron que, tras dos semanas tomando anfetaminas, había caminado hasta que el cuerpo no le había podido resistir más. Tenía 41 años.
Luego de su muerte sus allegados recuperaron el libro que nunca había logrado concluir y lo publicaron en 1971 bajo el título de El primer tercio. Dos años después de la muerte de Kerouac. Era uno de los cierres literarios de una generación que entendió todo desde el exceso, creyendo que disfrutar la vida era destruirla lo más rápidamente posible. Como dijo la ex esposa de Cassady, Carolyn, escritora también: “Todos creen que fueron años maravillosos de alegría, alegría y alegría, pero no lo fueron en absoluto. Los imitadores nunca supieron lo miserables que eran aquellos hombres”.