Muere Phil Spector, el genio musical que destruyó su propio mito
El pasado sábado falleció Phil Spector. Hacía un mes que había salido de la cárcel para tratarse de las complicaciones que le había producido la Covid. Llevaba allí desde que en 2009 un jurado le condenara a 19 años de cárcel por asesinato. La última fase de una vida marcada por la autodestrucción y el alcohol.
Apenas tenía 20 años y a aquel joven productor con alzas en los zapatos ya se lo disputaban algunos de los más grandes artistas. Había nacido el día de navidad de 1939 y, tras vivir una infancia marcada por el suicidio de su padre, se había entregado a la música, primero, como compositor y guitarrista de The Teddy Bears, y después, como productor. En unos tiempos en que las grabaciones eran rápidas y sencillas él se puso a experimentar con sonidos, hasta que observó que grabando múltiples pistas con los instrumentos y superponiendo las distintas capas, obtenía un resultado que, pese a ser poco limpio, magnificaba las canciones y les daba una presencia sorprendente. Había creado su gran invento, el “Wall of sound”, que iba a definir los sesenta y que iba a dar lugar a grabaciones tan importantes como el “Be my baby” de las Ronettes, el “The He Kissed Me” de The Crystals, o el “River Deep Mountain High” de Ike & Tina Turner; así como el álbum Let It Be, el último que los Beatles sacaron al mercado y cuyos resultados, por cierto, no convencieron a todos los miembros del grupo (hace pocos años Paul McCartney sacó una versión del disco llamada Let It Be… Naked sin los arreglos de Spector). Por no olvidar los discos que trataron de imitar ese sonido, entre ellos, uno tan sobresaliente como el Pet Sounds de los Beach Boys.
Había creado su gran invento, el “Wall of sound”, que iba a definir los sesenta y que iba a dar lugar a grabaciones tan importantes como el “Be my baby” de The Ronettes.
El paso del tiempo y el reiterado uso de la técnica, sin embargo, acabaron convirtiendo aquel gran descubrimiento en una moda pasajera. Y aunque todavía en los años setenta hombres como George Harrison y John Lennon seguían confiando en Spector para que completara sus discos –con él hicieron sus dos grandes obras maestras en solitario, All Things Must Pass e Imagine-, los nuevos sonidos que se desarrollaban tanto en Reino Unido como los Estados Unidos, así como la evolución de la ingeniería, amenazaban con dejarlo atrás. Quizá por eso el productor decidió emprender el que iba a ser el último de sus grandes proyectos: encargarse del próximo álbum de los Ramones, sin duda, una de las bandas que peor podía encajar con su modo de trabajar. A fin de cuentas, él era un hombre extremadamente perfeccionista que podía pasar días y días repitiendo tomas hasta hallar la que buscaba, mientras que los Ramones estaban acostumbrados a grabar sus discos rápidamente, sin apenas arreglos, y tratando de recoger la fuerza del directo.
Estas dos formas de entender la música dieron lugar a una relación extremadamente complicada que nos ha dado algunas anécdotas que representan muy bien lo que significaba trabajar con Spector. Así, Johnny Ramone pinta al productor en su autobiografía Commando como un hombre egoísta y excéntrico que se comportaba de un modo déspota y que iba a todas partes con cuatro revólveres encima (cosa que también corroboró Leonard Cohen, que trabajó con él su Death of a Ladies ‘Man). E incluso afirma que durante las agotadoras sesiones de grabación solía apuntarles con esas armas para que siguieran trabajando, especialmente, al bajista, Dee Dee. El resultado de todo ello fue el disco End of the Century, en donde aparecían temas tan conocidos como “Do you remember rock and roll radio?” (y en donde se nota especialmente la mano de Spector). Pero el disco, pese a las buenas críticas, solo gustó al cantante, Joey. Y, además, tampoco obtuvo las ventas que esperaba su productor.
Johnny Ramone pinta al productor en su autobiografía Commando como un hombre egoísta y excéntrico que se comportaba de un modo déspota y que iba a todas partes con cuatro revólveres encima.
Después de este trabajo Phil ya no realizó obras de altura. Quizá, porque fue consciente de que sus soluciones habían pasado de moda. Quizá, también, porque sus excesos rarezas, abusos y escándalos públicos se lo impidieron. Se vio así relegado, olvidado, hasta que una noche de febrero de 2003 una actriz llamada Lana Clarkson, de cuarenta años, se acercó a él tras verlo en la discoteca en que trabajaba como camarera. Le dijo que le había reconocido, así que comenzaron a hablar, y tras beber juntos, se fueron a la mansión que él tenía en la ciudad de Alhambra, en Los Ángeles. Poco después, se oyó un disparo y la policía se presentó en el lugar, en donde hallaron el cadáver de Lana con una herida de bala en la boca. Él intentó hacer creer que había sido un suicidio y, de hecho, esquivó la cárcel hasta que se inició el juicio. Fue entonces cuando salieron a la luz todas las miserias del productor. Sus violencias y excentricidades; ese lado terrible que siempre le había acompañado. El tribunal, al final, lo declaró culpable y lo condenó a 19 años de prisión. Y allí permaneció, deteriorándose poco a poco, hasta el pasado sábado, cuando el COVID dio el golpe final al hombre que, con su lado oscuro, había logrado derribar su propio mito.