De cómo Klaus Fuchs, el llamado 'espía más peligroso de la historia', cambió (quizá) el rumbo de la Guerra Fría
Su nombre no es muy conocido, pero gracias a su labor como espía, la URSS conoció muchos secretos del proceso de elaboración de la bomba atómica estadounidense. Una circunstancia que, de acuerdo a muchos investigadores, permitió que los norteamericanos no aventajaran a Stalin en su carrera por el dominio nuclear. De hecho, esta es la tesis que sostuvo el físico nuclear Hans Bethe, uno de los padres de la bomba atómica, quien aseguró que con sus actos Klaus Fuchs había logrado cambiar el rumbo de la historia.
¿Pero quién era este hombre a quien tantas figuras encuentran como uno de los causantes de que la Guerra Fría discurriese tal y como la conocemos? Pues bien, Klaus Fuchs era un alemán que había nacido en Rüsselsheim am Main en 1911 y que ya en su juventud se había interesado en las teorías marxistas. De hecho, había ingresado en 1932 en el Partido Comunista de Alemania y había apoyado su causa hasta que al año siguiente, con el ascenso del nazismo, había decidido desplazarse a Francia y luego a Gran Bretaña, en donde había continuado sus estudios universitarios hasta doctorarse en Física por la Universidad de Bristol en 1937 y en Ciencias, poco después, en la Universidad de Edimburgo; logros estos que había alcanzado a la par que trabajaba junto al futuro Premio Nobel Max Born. Suficiente para que Rudolf Peierls se fijara en él y le seleccionara para trabajar con él en el proyecto secreto más importante del bloque occidental: el Proyecto Manhattan. Esto es, el mismo que dio lugar a la creación de la bomba atómica.
Lo que no podían imaginar es que Fuchs, que seguía en la órbita soviética, rápido contactaría con los agentes de Stalin que había repartidos por el territorio para pasarles toda esa información; tejiéndose una red de espías que discurrió de acuerdo a lo que hemos visto en centenares de novelas y películas, en la que Fuchs se encontraba con distintos agentes en pubs y en zonas céntricas tras acercarse a ellos con una frase en clave. Y todo, durante años, sin que nadie sospechara de él. Seguramente, porque Fuchs era un hombre afable, trabajador y sociable, con un pasado antinazi demostrado, que sabía cómo acercarse a la gente y dar confianza.
Fueron los británicos quienes, en enero de 1950, acabaron desenmascarándolo. Lograron, además, que diera los nombres de otros espías, lo que desató una tormenta política cuyo eco más conocido fue la ejecución del matrimonio Rosenberg en Estados Unidos tras ser acusados de traición a la patria. Un proceso del que, sin embargo, Fuchs salió bastante bien parado, seguramente porque supo llegar a algún tipo de pacto a cambio de información. Al final, se le impuso una condena de 14 años que se redujo a nueve por buen comportamiento. De este modo, el 23 de junio de 1959 el gobierno le liberó y rápidamente salió del país, rumbo a la República Democrática Alemana, en donde vivió hasta su muerte, en el año 1988, trabajando en el ámbito científico. En ese tiempo, además, se convirtió en una de las figuras más importantes y reconocidas del país, obteniendo por su labor la Orden de Karl Marx y la Orden del Mérito de la Patria.
Fuchs se llevó muchos secretos consigo. De hecho, todavía hoy, 33 años después de su muerte, muchos de los documentos concernientes a su caso están clasificados (su biógrafo Mike Rossiter apunta a que algunos de ellos se habrían destruido, ilegalmente, en tiempos recientes). Estos son, seguramente, los que podrían ofrecer la respuesta a la gran pregunta: ¿fue su papel como espía decisivo para que la URSS pudiese construir su propia bomba atómica, lo que implicaría que estamos ante un hombre que, desde la sombra, cambió el destino del mundo? ¿O por el contrario, como señalan algunos investigadores, las informaciones que pasó no fueron tan importantes como variar el ritmo de trabajo de los científicos soviéticos? Sea como sea, ojalá algún día esto se pueda resolver y logremos profundizar un poco más en la historia del hombre a quien su biógrafo Frank Close calificó en Trinity como “el espía más peligroso de la historia”.
* Julio Pérez es Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza