Una marca de agua permite descubrir la falsedad de un hasta ahora valioso manuscrito de Galileo Galilei
Uno de los grandes tesoros que desde hace décadas guardaba la Biblioteca de la Universidad de Michigan, un documento que se creía escrito por el mismo Galileo, ha resultado ser una falsificación, obra seguramente de un conocido estafador italiano del siglo XX llamado Tobia Nicotra.
Fue durante varias décadas una de las posesiones más preciadas de la Biblioteca de la Universidad de Michigan. Una carta de Galileo en donde describía su gran descubrimiento de 1610, cuando tras observar con su telescopio el planeta Júpiter había comprobado que los objetos brillantes de su alrededor cambiaban de posición cada noche. Aquello le permitió sentar una de las bases de la teoría que le haría entrar a la historia y romper con la idea tradicional de que el universo giraba alrededor de la Tierra.
Hace poco, sin embargo, los responsables de la biblioteca recibieron un mensaje de Nick Wilding, historiador de la Universidad Estatal de Georgia, avisándoles de que su gran tesoro podía ser una falsificación. Como les comentaba, no solo no había registro alguno de aquel documento en los archivos italianos, sino que le parecía extraño el color del papel y la uniformidad de la tinta, máxime cuando, según se decía, Galileo había escrito el texto en días diferentes. Al ser advertidos los responsables de la Universidad decidieron investigar, pues Wilding era conocido por haber logrado destapar otras falsificaciones. Sobre todo, después de que en 2012 descubriera que la copia del Sidereus Nuncius de Galileo de la Biblioteca Nacional de España había sido robada y cambiada por una falsificación.
La falsa carta de Galileo (Biblioteca de la Universidad de Michigan)
Al principio, la Universidad estudió el papel y la tinta empleados, comprobando que eran compatibles con el siglo de Galileo, lo que les dio cierta esperanza, pero luego, apoyados por el mismo Wilding, pasaron a estudiar la marca de agua del papel: un círculo con un trébol de tres hojas y el monograma “AS/BMO”. Esta fue la gran pista que permitió el descubrimiento. De hecho, fue el propio encargado del Centro de Investigación de Colecciones Especiales de la biblioteca de la Universidad, Pablo Álvarez, quien, gracias a las pistas de Wilding, comprobó que tal monograma no se había empleado con anterioridad al año 1770. Por tanto, era imposible que ese papel lo hubiera empleado Galileo. “Eso es todo”, pensó desolado al corroborarlo. “Mate”.
Pero, ¿cómo en su origen la Universidad cayó en este error? Todo parte de la subasta que se realizó en 1934 del documento, cuando se hizo con él un empresario de Detroit que posteriormente lo donaría a la Universidad. Lo hizo convencido de que era auténtico, pues años atrás un arzobispo de Pisa llamado Pietro Maffi, había declarado tras comparar la letra con la de otros dos documentos supuestamente escritos por el astrónomo, que, efectivamente, pertenecía a Galileo Galilei. Ahora bien, resulta que ambos textos se los había pasado un tal Tobia Nicotra, un destacado falsificador de Milán. De hecho, en 1934 la policía entró en el apartamento de este y encontró lo que calificó como toda una “fábrica de falsificaciones”. De modo que, el arzobispo había autentificado todo a partir de documentos que no eran auténticos. De hecho, es precisamente este testimonio el que ha hecho pensar a los investigadores que el documento de la Universidad es obra también de Tobia Nicotra.
Nick Wilding
Ha sido esta semana cuando se ha revelado públicamente el descubrimiento. Como expresó la decana interina de las bibliotecas Donna L. Hayward, había sido un disgusto descubrirlo, pero “barrer debajo de la alfombra va en contra de lo que representamos”.
La historia, pues, revela otras capas del pasado que pueden resultar también fascinantes: cómo se han ido organizando distintos grupos y personajes para falsificar libros, documentos y obras de arte. De hecho, dada la importancia de este mercado, no hay duda de que el futuro seguirá revelando nuevas sorpresas al respecto.