El suceso que dio lugar al llamado “síndrome de Estocolmo”

El 23 de agosto de 1973 un asaltante entró en un banco de Estocolmo dispuesto a forzar la caja de seguridad. El “golpe” le salió mal y acabó tomando a cuatro personas como rehenes. Tiempo después este suceso daría lugar al famoso concepto “síndrome de Estocolmo”.

Sucedió el 23 de agosto de 1973 en el banco de la plaza Norrmalsmstorg de Estocolmo. De repente, Kristin Ehnmark, de 22 años, una de las trabajadoras del lugar, escuchó varios disparos y se lanzó al suelo en busca de protección. Al poco, comprobó que el causante de aquello era un hombre armado de 32 años llamado Jan-Erik Olsson que quería abrir la caja de seguridad. No tuvo este éxito: la llegada inmediata de la policía le frustró el golpe, así que Jan, tratando de negociar una salida, tomó a cuatro rehenes, incluida Kristin, y contactó con las autoridades pidiendo que le trajeran a un amigo que estaba en prisión, un ladrón llamado Clark Olofsson acusado de matar a un policía.  

Los negociadores accedieron a ello, así que, pocas horas después, Olofsson entró en el banco dispuesto a aprovechar su gran oportunidad de quedar libre. Olsson creía que, con él, podría urdir un plan de escape para huir del país y que los rehenes les ayudarían a garantizar su seguridad.

Los cuatro rehenes: arriba, Gunnel Birgitta Lundbald (32 años, izquierda) y Kristin Enmark (22, derecha). Abajo, Elisabeth Oldgren (izquierda) y Sven Safstrom (derecha).

Horas después, Kristin, a petición de sus captores, llamaba por teléfono al primer ministro de Suecia, Olof Palme, y le decía lo siguiente: “Creo que usted está jugando con nuestras vidas. Confío plenamente en Jan y el ladrón. No nos han hecho nada. Han sido muy amables. Lo que temo es que la policía ataque y nos mate”.  

Las palabras dejaron estupefacto al primer ministro, el cual no entendió el porqué de que esa mujer insistiera una y otra vez en defender a sus captores, mostrándole abiertamente su desconfianza por la labor de la policía. Así que, al final, cansado de sus palabras, la principal autoridad danesa le soltó un desafortunado: “Pues bien, entonces quizás usted va a tener que morir”.

Ficha policial de Clark Olofsson, a quien, por cierto, Netflix dedicó recientemente una miniserie

Ya había habido otro episodio en que Kristin se había mostrado comprensiva con los agresores, cuando Jan, para demostrar a la policía que hablaba en serio, había dicho al único rehén varón, Sven Safstrom, lo siguiente: “te voy a disparar en la pierna, pero evitaré los huesos, y así no te haré tanto daño”. Ante esto su compañera, en lugar de oponerse, le había dicho: “Sven, solo es en la pierna”.

Durante seis días permanecieron encerrados en el banco, mientras la policía, en el exterior, trataba de rescatarlos, a veces con métodos que asustaron a los rehenes, entre ellos el de taladrar el techo para introducir gas.


Los rehenes en la bóveda del banco, en donde permanecieron los seis días

Al final los ladrones aceptaron entregarse. La policía y los enfermeros esperaron entonces en el exterior, dispuestos a socorrer a las víctimas. Por eso, cuando vieron lo que pasó a continuación, se sorprendieron tanto: los asaltantes se quedaron en la puerta del banco, Sven les dio la mano y las tres mujeres se despidieron de ellos dándoles un beso. Aunque quien más llamó la atención fue Kristin, pues, enojada, se negó a que los enfermeros la atendieran y pusieran en una camilla. Desde luego, no era el final heroico que la policía había imaginado.

Cuando la historia se hizo pública nadie entendió ese comportamiento. Así que los psicólogos empezaron a elucubrar en torno a los porqués, generando una teoría que popularmente acabaría englobándose bajo el concepto de “síndrome de Estocolmo”, vinculada a los afectos que los secuestradores podían desarrollar hacia sus captores en determinados casos. De hecho, tanta fortuna tuvo que cuando un año después Patty Hearst, la hija de una rica familia de California, realizó un robo en compañía de los hombres que poco antes la habían secuestrado, los abogados aludieron a dicho síndrome para exonerarle de culpas.


Jan-Erik Olsson, tras ser capturado por la policía

Dudas en torno a la existencia del “síndrome de Estocolmo”

Desde entonces el concepto de “síndrome de Estocolmo” se ha ido aplicando a muy distintos contextos, incluso en casos de violencia doméstica, si bien, cada vez son más los estudiosos que ven tal simplificación como un error, pues con ello se olvidan las motivaciones particulares de cada caso.

Además, en los últimos años se ha considerado injusto realizar el diagnóstico a partir del comportamiento de Kristin, máxime cuando en ningún momento los psicólogos le consultaron para dar sus impresiones. No en vano, ella percibió que la policía les ponía verdaderamente en riesgo, y no se olvide que incluso el primer ministro del país había dicho que iba a morir (comentario este que, por cierto, no salió a la luz hasta tiempo después). Quizá por eso consideró como enemigos a quienes en teoría eran sus salvadores, un punto de vista que de haberse tenido en cuenta hubiera llevado a quienes acuñaron tal síndrome a pronunciarse bajo otros términos. Es más, hoy día, son muchos quienes no consideran real el “síndrome de Estocolmo”, y de hecho ni siquiera se incluye este en los manuales médicos que clasifican los trastornos mentales. Las actitudes de Kristin y los otros rehenes deberían explicarse, pues, desde perspectivas más complejas.