Siete poemas de Blanca Varela
(Lima, 10 de agosto de 1926 – Ibidem, 12 de marzo de 2009)
Era hija de Alberto Varela y de la escritora costumbrista Esmeralda González Castro (quien firmó también obras con el seudónimo de Serafina Quinteras). Durante su época de estudiante en la Universidad Mayor de San Marcos, en donde ingresó con dieciséis años para estudiar letras, organizó junto a otros poetas de su generación el grupo de los “poetas puristas”. Desde entonces participó en tertulias y actos literarios, en donde conoció a autores como César Moro, José María Arguedas o los españoles Dámaso Alonso, Corpus Barga y Pedro Salinas.
Tras terminar sus estudios en 1947 y casarse con el pintor Fernando de Szyszlo en 1949 vivió en París ocho años, teniendo la oportunidad de interactuar con figuras tan interesantes como Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir. Luego, estuvo en Florencia y Washington DC, siendo entonces cuando publicó su primer poemario Este puerto existe (1959), prologado y editado por Octavio Paz, a quien había conocido en París.
En 1962 regresó a Lima, en donde siguió escribiendo, dando obras como Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto villano (1978), Ejercicios materiales (1993), El libro de barro (1993), Concierto animal (1999) y El falso teclado (2000). Estos dos últimos, después de que su hijo Lorenzo falleciera en un accidente aéreo.
Ocupó también cargos en el Centro Peruano del PEN Club Internacional y en la oficina en Lima de la editorial Fondo de Cultura Económica. En 1996 recibió la Medalla Internacional Gabriela Mistral, premio al que siguieron en 2001 el Octavio Paz de Poesía y Ensayo, en 2006 el Federico García Lorca y en 2007 el Reina Sofía de Poesía. Además en 2022 recibió la Orden al Mérito de la Mujer junto a otras mujeres peruanas destacadas.
Falleció en 2009, a los 82 años.
Blanca Varela definía el mundo como algo “duro, difícil, pero a veces hermoso”, idea esta que se deja notar en su obra, en donde el dolor y la frustración son temas principales. Ahora bien, esto lo muestra con ironía, sin ambages y buscando siempre la expresividad. Por todo ello se ha considerado su poesía como una vía para descubrir la realidad individual y colectiva, además de una forma de ahondar en el subconsciente y en el sentimiento que provocan el tedio y el dolor. Octavio Paz, por su parte, la definió como una poeta “que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. (…) Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y también una exploración de la propia conciencia".
EJERCICIOS
I
Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo
y el gran aire de las palabras
II
miente la nube
la luz miente
los ojos
los engañados de siempre
no se cansan de tanta fábula
III
terco azul
ignorancia de estar en la ajena pupila
como Dios en la nada
IV
pienso en alas de fuego en música
pero no
no es eso lo que temo
sino el torvo juicio de la luz
CASA DE CUERVOS
porque te alimenté con esta realidad mal
cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío
no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces la
asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen sombras y
tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
como tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie
aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme -nada infinita- sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya que
ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris que es despertar
en la gran palma de Dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver
FUENTE
Junto al pozo llegué,
mi ojo pequeño y triste
se hizo hondo, interior.
Estuve junto a mí,
llena de mí, ascendente y profunda,
mi alma contra mí,
golpeando mi piel,
hundiéndola en el aire,
hasta el fin.
La oscura charca abierta por la luz.
Éramos una sola criatura,
perfecta, ilimitada,
sin extremos para que el amor pudiera asirse.
Sin nidos y sin tierra para el mando
UNA VENTANA
Vuelvo a contar mis dedos.
(La flor helada, la desconocida cabeza
que me acecha se
descuelga y da voces.)
Yo miro las paredes y sus frutos redondos y veloces,
hago cálculos, sumo piedras, cenizas, nubes
y árboles que persiguen a los hombres
y perlas arrancadas de malignos estanques
o de negros pulmones sepultados
y horriblemente vivos.
La araña que desciende a paso humano me conoce,
dueña es de un rincón de mi rostro,
allá anida, allí canta hinchada y dulce
entre su seda verde y sus racimos.
Afuera, región donde la noche crece,
yo le temo,
donde la noche crece
y cae en gruesas gotas,
en mortales relámpagos.
Afuera, el pesado aliento del buey,
la vieja fiebre de alas rojas,
la noche que cae
como un resorte oscuro sobre un pecho.
STRIP TEASE
quítate el sombrero
si lo tienes
quítate el pelo
que te abandona
quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma si la encuentras,
AQUELLA TORTURADA NUBE PARECÍA TAN FIRME
V
Aquella torturada nube parecía tan firme,
ambulando,
desgarrando,
chocando con masas de ángeles.
Cóncava,
valva de nieve y soledad,
de trajín y música constante,
de arena, de resplandor
y fuga,
desierto etiope
en un tutti de gemidos
y sorpresa.
Tan exacta
sobre el laberinto de la pupila,
color perdido
de vieja misiva,
terrible silencio
de quien ha sacudido el aire
y conoce el vado de los sollozos.
Continuaba,
migradora,
llave del torbellino
como una gota pura
preñada de su propia existencia.
TODA LA PALIDEZ INEXPLICABLE ES EL RECUERDO
VII
Toda la palidez inexplicable es el recuerdo.
Travesía de muralla a muralla,
el abismo es el párpado,
allí naufraga el mundo
arrasado por una lágrima.