Siete poemas de León Felipe

(Tábara, España, 11 de abril de 1884 – Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968)

Su verdadero nombre era Felipe Camino Galicia de la Rosa y aunque nació en Tábara (Zamora), por el trabajo de su padre, notario, pasó la infancia en Sequeros y, desde 1893, Santander. Tras licenciarse en Farmacia comenzó a trabajar como regente en distintas farmacias en pueblos de España. Ahora bien, quiso compaginar su oficio con el mundo del teatro, y cuando, por su vida desordenada se arruinó decidió unirse a distintas compañías ambulantes con las que recorrió el país realizando pequeños papeles.

Estando en Madrid fue detenido y trasladado a Santander, pues debía dinero a uno de sus acreedores, pasando por ello tres años en el penal de El Dueso. Como él mismo expresó en una de sus poesías: “Viví tres años en la cárcel…/no como prisionero político,/sino como delincuente vulgar”. Salió de allí en 1917, hallando a continuación trabajo en una farmacia de Valmaseda gracias a su cuñado. Allí residió dos años antes de regresar a Madrid, donde siguió viviendo grandes dificultades económicas a consecuencia de su vida bohemia. Posteriormente, estuvo en Guinea Española, en donde ejerció como administrador de varios hospitales, hasta que en 1922 viajó a México. Lo hizo, tras publicar dos años atrás su primer libro de poesía, Versos y oraciones del caminante, en donde mostraba su distanciamiento con las corrientes posmodernistas, optando por composiciones más sencillas, tanto en sus temas como en las formas.

En México halló una mayor estabilidad económica y profesional. Trabajó como bibliotecario en Veracruz y llegó a ser profesor de literatura española en la Universidad Cornell (Estados Unidos). Igualmente, se sumó al mundo intelectual mexicano; y se sintió totalmente atrapado por la poesía de Walt Whitman (a quien traduciría al español), como demuestran sus siguientes obras, Versos y oraciones del caminante (1920) y Drop a star (1933). Además, son patentes las influencias de Antonio Machado, Miguel de Unamuno y T.S. Eliot, así como sus lecturas de la Biblia.
Regresó a España durante la Segunda República, poco antes del inicio de la Guerra Civil, en donde se posicionó del lado del gobierno. En 1938 se exilió a México, ejerciendo allí como agregado cultural de la República española en el exilio. La experiencia bélica le llevó también a modificar algunos aspectos de su poesía; mostrándose especialmente combativo y dispuesto a narrar los dramas vividos. Así sucede con sus obras siguientes, La insignia (1937), El payaso de las bofetadas y el pescador de caña (1938), El hacha (1939), Español del éxodo y el llanto (1939) y El gran responsable (1940). En ellas, según Tomás Fernández y Elena Tamaro (Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea, Barcelona, España, 2004), León Felipe encarna “la figura del poeta vidente, entre prometeico y quijotesco, que enuncia su discurso de una manera casi mística: la palabra actúa como una fuerza que redime a los humildes de los sufrimientos e injusticias, aunque a veces sea tan sólo un grito desesperado”.

Sus siguientes libros fueron Ganarás la luz (1943), Parábola y poesía (1944), España e Hispanidad (1947), Llamadme publicano (1950) y El ciervo y otros poemas (1958), que dedicó a su esposa fallecida. Además de su selección de poemas Antología rota (1947), que le aportó una gran popularidad. En 1965 publicaría su último trabajo, ¡Oh, este viejo y roto violín! (1965). Fallecería en 1968 en Ciudad de México, a los 84 años.

 

COMO AQUELLA NUBE BLANCA...

Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.

Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.

Mi amor tiene el ritornelo
del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.

El agua, aquel ritornelo,
de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.

CÓMO HA DE SER TU VOZ...

Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra...
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera...
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.

COLOFÓN

Luz...
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.

EL DOLOR

No he venido a cantar
No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra.
No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente
para que me canonicen cuando muera.
He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar,
por el río
y por la nube...
y en las lágrimas que se esconden
en el pozo,
en la noche
y en la sangre...

He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo.
Y también a poner una gota de azogue, de llanto,
una gota siquiera de mi llanto
en la gran luna de este espejo sin límites, donde
me miren y se reconozcan los que vengan.
He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas:
Ganarás el pan con el sudor de tu frente
"y la luz con el dolor de tus ojos".
Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz.

OH, ESTE DOLOR

Oh, este dolor,
este dolor de no tener ya lágrimas;
este dolor
de no tener ya llanto
para regar el polvo.
¡Oh, este llanto de España,
que ya no es más que arruga y sequedad...
mueca,
enjuta congoja de la tierra,
bajo un cielo sin lluvias,
hipo de cigüeñal
sobre un pozo vacío,
mecanismo, sin lágrimas, del llanto!
¡Oh, esta mueca española,
esta mueca dramática y grotesca!

Llanto seco del polvo
y por el polvo...
por el polvo de todas las cosas acabadas de España
por el polvo de todos los muertos
y de todas las ruinas de España...
por el polvo de una casta
perdida ya en la Historia para siempre!

Llanto seco del polvo
y por el polvo. Por el polvo
de una casa sin muros,
de una tribu sin sangre,
de unas cuencas sin lágrimas,
de unos surcos sin agua...
Llanto seco del polvo
por el polvo que no se juntará ya más,
ni para construir un adobe
ni para levantar una esperanza.
¡Oh!, polvo amarillo y maldito
que nos trajo el rencor y el orgullo
de siglos
y siglos
y siglos...
Porque este polvo no es de hoy,
ni nos vino de fuera:
somos todos desierto y africanos.

Tierra arenosa sin riego,
carne estrujada sin llanto,
polvo rebelde de rocas rencorosas
y lavas enemigas,
átomos amarillos y estériles
del yermo,
aristas vengativas,
arenal de la envidia. ..
esperad ahí secos y olvidados
hasta que se desborde el mar.

PIEDRA DE SAL

Tú estabas dormida
como el agua que duerme en la alberca...
y yo llegué a ti
como llega
hasta el agua que duerme
la piedra.
Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste
como en ondas el agua que duerme se quiebra
cuando
llega
a turbar su remanso dormida
la piedra.

Piedra fui para ti, piedra soy
y piedra quiero ser, pero piedra
blanda de sal
que al llegar a ti se disuelva
y en tu cuerpo se quede
y sea
como una levadura de tu carne
y como el hierro de la sangre en tus venas.
Y en tu alma deje una sed infinita
de amarlo todo... y una sed de belleza
insaciable...
eterna...

SÉ TODOS LOS CUENTOS

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.