Siete poemas de Nizar Qabbani
(Damasco, 21 de marzo de 1923 – Londres, 30 de abril de 1998)
Su padre, pastelero, formaba parte del bloque nacional contrario al colonialismo francés, y, por ello, fue castigado varias veces. Su posición económica permitió que Nizar, tras terminar sus estudios de primaria, entrara en la Facultad Científica Nacional de Damasco, una escuela bilingüe dirigida por un amigo de su padre a donde solían acudir los hijos de la burguesía local. Allí este tuvo la oportunidad de tener como profesor al poeta Jalil Mardam.
Con 16 años empezó a componer poesía, y en 1942, publicó su primer libro, Me dijo la morena, de tema romántico y con unas referencias sobre las mujeres que causaron un cierto escándalo entre los grupos conservadores de la ciudad. Al respecto, Nizar diría: “El amor en el mundo árabe es como un prisionero, y quiero liberarlo. Quiero liberar el alma, el sentido y el cuerpo árabe con mi poesía. Las relaciones entre hombres y mujeres en nuestra sociedad no son saludables”. Algunos de sus textos están influidos por la temprana muerte de su hermana, que se había suicidado algunos años atrás después de ser obligada a casarse con un hombre a quien no amaba.
Luego estudió Derecho en la Universidad de Damasco, graduándose en 1945 y empezando a trabajar ese mismo año en el cuerpo diplomático. Viajó entonces a El Cairo, en donde publicó su Juventud de seno. Luego, por su profesión, residiría en Ankara (1948-1950), Londres (1952-1955), Pekín (1958-1960) y Madrid (1962-1965). Fue entonces cuando publicó sus obras más valoradas, Amada mía (1961) y Dibujo con palabras (1966).
Tras vivir en Madrid se estableció en el Líbano, en donde, en 1967, vivió la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días. Este hecho, que provocó una gran crisis que le afectó profundamente, pasando a escribir en un tipo de literatura más política y combativa. De entonces es su conocido Apuntes en el cuaderno de la derrota, en donde criticó a sus compatriotas y explicó los porqués del mal resultado bélico, entre ellos, su desunión o su retórica sin justificación. Este poema tuvo una gran repercusión, pero también le granjeó un enorme rechazo en los países árabes. De hecho, en algunas zonas se llegó a quemar la revista en donde se publicó. Además, se le criticó haber escrito un poema político cuando hasta la fecha siempre había cantado al amor (algunos, además, señalaron que de forma “indecente”).
En 1971 publicó De amor, sexo y revolución y dos años después Mi historia con la poesía.
Luego, tras iniciarse en 1975 la guerra civil libanesa, vivió en distintas ciudades árabes, escribiendo mientras tanto su Diario de una ciudad que se llamaba Beirut en alusión a los destrozos experimentados por esta durante la guerra. En diciembre de 1981, año en que publicó ¿Qué es la poesía?, sufrió la pérdida de su segunda esposa, Balquís Al Rawi, durante el bombardeo de la embajada iraquí en Beirut. El hecho tuvo un gran efecto sobre él y dio lugar a su estremecedor poema “Veinticinco rosas en el pelo de Balquís”.
Posteriormente, residió en distintas ciudades europeas, sobre todo, Ginebra, París y Londres, en donde pasaría los últimos años de su vida. Fue entonces cuando publicó su Poemas árabes de amor (1993), además de otras obras que volvieron a provocar controversias. Fallecería en 1998, a los 75 años.
TE QUIERO
He escrito que te quiero
encima de los muros de la luna.
"Que te quiero muchísimo",
como nunca pudiera amarte nadie.
Pero tú no has leído mis palabras escritas en la luna,
escritas en las sillas del jardín
y en la dura corteza de los árboles.
Escritas en el cauce de los ríos,
en las altas espigas y en la piel de los frutos.
Escritas, amor mío, en las estrellas cansadas del viaje.
He grabado “te quiero”
en el primer albor de la mañana.
He grabado mis palabras en los límites del cielo,
amor, y en el destino.
"Que te quiero muchísimo".
Pero tú no las viste brillar entre los pétalos,
ni escritas sobre el puente, el río y las colinas.
Grabado en cada gota de rocío y en las conchas del mar.
Amor, tú no lo viste
grabado en los luceros, los ramos y las piedras.
He escrito mis palabras, "que te quiero",
en las hojas calientes del cuaderno del sol.
¡Ojalá las hubieras leído!…
TU ROSTRO ES PRELUDIO DEL POEMA
Tu rostro es preludio del poema.
Me arrastra de noche,
como si yo fuera vela,
a las playas del ritmo,
me abre el horizonte de cornalina
y la mirada de la creatividad.
Tu rostro es maravilloso,
una acuarela,
un viaje fascinante
entre la ceniza y la hierbabuena.
Tu rostro
es un cuaderno abierto. Qué bello
cuando lo veo por la mañana
rayéndome el café en su sonrisa
y el rubor de la manzana...
Tu rostro me acerca
al último poema que conozco,
a la última palabra,
a la última rosa de Damasco que amo
y a la última paloma...
Tu rostro, amiga mía,
es un mar de símbolos, y la nueva pregunta:
¿volveré sano y salvo?
El viento me asusta,
las olas me asustan,
el amor me asusta
y mi viaje es lejano.
Tu rostro, amiga mía,
es una maravillosa carta
que fue escrita
y jamás llegó al cielo...
Traducción: María Luisa Prieto
POEMA MARINO
En el puerto azul de tus ojos
hay lluvias de melodiosas luces,
soles aturdidos y velas
pintando su viaje hacia el infinito.
En el puerto azul de tus ojos
hay una ventana abierta al mar
y los pájaros ondean en la distancia
buscando islas que aún no han nacido.
En el puerto azul de tus ojos
la nieve cae en julio
y los barcos, cargados de turquesas,
inundan el mar sin hundirse.
En el puerto azul de tus ojos
corro cual niño por las rocas
aspirando la fragancia del mar
y retorno cual pájaro exhausto.
En el puerto azul de tus ojos
sueño con el mar y con los mares,
pesco millones de lunas
y collares de perlas y lirios.
En el puerto azul de tus ojos
las piedras susurran por la noche:
¿quién ha ocultado mil poemas
en el cuaderno cerrado de tus ojos?
Si yo fuera marinero,
si alguien me diera una barca,
recogería mis velas cada noche
en el puerto azul de tus ojos.
Traducción: María Luisa Prieto
CAMINANDO SOBRE LAS AGUAS
Lo más bello de nuestro amor
es que no tiene sentido ni razón.
Lo más bello de nuestro amor
es que camina sobre las aguas
sin hundirse.
Traducción: María Luisa Prieto
MALETAS DE LLANTO
Cuando llega el invierno
Y el viento mueve las cortinas
Siento, amiga mía,
Necesidad de llorar
Entre tus brazos,
Sobre mis cuadernos.
Cuando llega el invierno
Y cesa el canto de los ruiseñores
Y se quedan
Todos los pájaros sin hogar,
Comienzo a desangrarme por el corazón y por las uñas
Como si las lluvias del cielo
Cayeran, amiga mía, dentro de mí...
Entonces me inunda
Un deseo infantil de llorar
Sobre la seda de tu pelo, largo cual espiga,
Como un barco agotado,
Como un pájaro emigrado
Que busca una ventana de claridad
Y un techo
En las tinieblas de las trenzas.
Cuando llega el invierno
Arrebatando los aromas del campo
Y ocultando a las estrellas en su manto de melancolía,
Viene a visitarme la tristeza desde la gruta de la tarde,
Cual niño pálido y misterioso,
Con las mejillas y el manto húmedos.
Le abro la puerta a esta visitante amada,
Le doy el lecho y la colcha
Y le concedo todo cuanto quiere.
¿De dónde viene la tristeza, amiga mía?
¿Cómo viene?
Me trae de la mano
Lirios de maravillosa palidez,
Me trae...
Maletas de lágrimas y sollozos.
Traducción: María Luisa Prieto
EL POEMA Y LA GEOGRAFÍA
En los países de Occidente, amiga mía,
el poeta nace libre
como los peces en los extensos mares
y canta
en el regazo de los lagos,
en los prados susurrantes
y en los campos de granados.
...Aquí
el poeta nace en un saco de polvo,
canta a reyes de polvo,
a caballos de polvo
y a espadas de polvo.
Es un milagro
que el poeta convierta la noche en día.
Es un milagro
que plantemos flores
entre asedio y asedio.
Nosotros no escribimos
-como el poeta occidental- poesía,
escribimos, amiga mía,
el acta de suicidio.
Traducción: María Luisa Prieto
VEINTICINCO ROSAS EN EL PELO DE BALQUÍS
Yo sabía que ella sería asesinada,
ella sabía que yo sería asesinado.
Se cumplieron ambas profecías:
ella cayó, cual mariposa, bajo las ruinas de la yahiliyya
y yo caí entre los colmillos de una época árabe
que devora los poemas,
los ojos de la mujer
y la rosa de la libertad.
Yo sabía que sería asesinada
y que su feminidad no intercedería por ella:
la feminidad en este país, cuya geografía se extiende
de la repugnancia a la repugnancia
y de la bala a la bala,
no es causa atenuante
que proteja a las palomas del sacrificio
o conceda privilegios a las madres
para completar la cría de sus hijos.
Yo sabía que sería asesinada:
era hermosa en una época árabe repugnante,
era límpida en una época árabe turbia,
era noble en una época de maleantes,
era una perla auténtica
entre montones de perlas artificiales
y era una hembra única
entre series de mujeres comunes.
Yo sabía que sería asesinada:
encarnaba la civilización mesopotámica
y nosotros estamos subdesarrollados,
era una espléndida maqama bagdadí
y nosotros no escuchamos,
era un poema abbasí
y nosotros no leemos,
era un fragmento de la epopeya de Gilgamesh
y nosotros somos analfabetos,
era lo más bello que se haya escrito en poesía
y nosotros lo más feo que se haya escrito en prosa...
Yo sabía que sería asesinada
porque sus ojos eran puros, como ríos de esmeralda,
y su pelo era largo, como un mawwal bagdadí;
los nervios de este país
no soportan la verde espesura
ni la presencia de un millón de palmeras
que se arraciman en los ojos de Balquís...
Yo sabía que sería asesinada:
todos nosotros, sin excepción, formamos parte del menú
en este país, acostumbrado a comerse a sus ciudadanos;
lo extraño es que antes de hacerlo, nos pidan
que entonemos el himno nacional
y que hagamos el saludo militar al presidente de la mesa
y a los camareros que lo rodean.
¿Qué himno nacional? ¿Qué nación?
Si el cadáver del ciudadano árabe
es enterrado en cualquier lugar,
entre el estómago del gobernador árabe
y su intestino grueso...
Yo sabía que sería asesinada:
su orgullo
era mayor que la Península Árabe,
y su cultura no le permitía
vivir en la época de decadencia,
ni su luminosa constitución
le permitía vivir en la oscuridad...
Creía, por su gran belleza,
que la tierra era pequeña para ella;
por eso hizo las maletas
y se marchó de puntillas,
sin decir nada.
No temía que el país la matara,
sino que se matara a sí mismo.
Cual nube preñada de poesía
gotea sobre mis cuadernos:
vino, miel, ruiseñores
y rubíes,
gotea sobre mis sentimientos:
velas, pájaros marinos
y lunas de jazmín.
Tras su partida
comenzó la época de la sed,
se acabó el tiempo del agua.
Su amor iraquí
tenía sabor a rosa y a brasa;
cuando se desbordaba en primavera,
devastaba todos los obstáculos
y a mí me rompía en mil pedazos.
Con ella fundé el 5 de marzo de 1962
la primera escuela de amor en Bagdad.
Cuando Balquís cayó, el 15-12-1981,
los maestros y las maestras dimitieron,
los alumnos huyeron
y los estudios de amor
se aplazaron sine die...
Antes de que su pelo dorado se marchara, dejándome,
yo no sabía
que una de las aficiones de los pájaros
es ensamblar lingotes de oro.
Desde que Balquís se marchó,
los árboles no crecen,
la luna no se redondea
y el agua no brilla...
Porque el pueblo árabe
deseaba ser libre, como el pelo de Balquís,
no sujeto con horquillas, celdas y alambres espinosos,
como el pelo de Balquís.
El Sultán -Dios le conceda la victoria sobre sus enemigos
y acreciente su fortuna y sus favoritas-
ordenó prender fuego a los trigales,
cortarle la cabeza a cualquier espiga que hablara con otra
y librarse del pelo de Balquís,
indómito cual rubio alazán,
porque infundía a la gente esperanzas
y los inducía a la libertad.
Presentía que ella se marcharía:
en sus ojos había velas
prestas para el viaje,
y posados en sus pestañas
aviones prestos a despegar.
En su bolso -desde que nos casamos-
llevaba el pasaporte, el billete de avión
y visados de entrada a países que no llegó a visitar.
Cuando le preguntaba:
¿por qué llevas todos esos papeles en el bolso?
Respondía:
Porque tengo una cita con el arco iris...
Cuando me entregaron el bolso
que encontraron bajo los escombros
y vi el pasaporte,
el billete de avión
y el visado de entrada,
comprendí que no me había casado con Balquís Al Rawi
sino con el arco iris...
En las fiestas
evitaba ponerse a mi lado,
que la fotografiaran conmigo
o decir que era la mujer del poeta.
Era yo quien la buscaba por todas partes
y pedía a los fotógrafos que me retrataran con ella
para entrar en la historia.
Cuando asistía a mis veladas poéticas,
era ella quien acaparaba los focos
mientras yo permanecía en la sombra.
No intentaba ganarse a la poesía:
era la poesía quien intentaba ganarla a ella.
Cuando muere una mujer hermosa
la tierra pierde el equilibrio,
la luna anuncia duelo durante cien años
y la poesía se convierte en labor inútil.
No reconocía las medias soluciones,
su presencia era excepcional,
su conversación era excepcional
y su pelo, viajero por todo el mundo,
un acontecimiento excepcional.
Por eso
su muerte fue tan excepcional como ella...
Se casó conmigo, a pesar de la cábila,
viajó conmigo, a pesar de la cábila,
me dio a Zaynab y a Omar,
a pesar de la cábila.
Cuando le preguntaba por qué,
me estrechaba, como a un niño, contra su pecho
y susurraba:
"porque tú eres mi cábila".
Tenía fabulosos colores, cual mariposa,
elegante vuelo, cual mariposa,
y corta edad, cual mariposa.
Cuando la flamearon, el 15 de diciembre de 1981,
las estadísticas de Naciones Unidas anunciaron:
somos la única tribu del mundo
que se come a las mariposas.
Balquís Al Rawi,
Balquís Al Rawi,
Balquís Al Rawi.
Me gustaba el ritmo de su nombre,
retenía su sonido
y temía unir a él mi nombre
por si enturbiaba el agua del lago
y estropeaba la belleza de la sinfonía.
Esa mujer no podía vivir más,
no deseaba vivir más:
era semejante a las velas y los candiles,
era como un instante poético
que debía eclosionar antes de la última línea...
Beirut, 10-4-82.
Traducción: María Luisa Prieto