jueves, 21 de noviembre de 2024 00:00h.

Los 80 años del impredecible Bob Dylan

Bob Dylan cumple este 24 de mayo 80 años. Y lo hace manteniendo su excepcional estado de forma creativa. Y es que no solo continúa con su interminable gira de conciertos, también es capaz de sacar discos tan excelentes como el reciente Rough and Roudy Ways (2020). Y todavía manteniendo el misterio que le rodea desde que, con poco más de veinte años, saltó a la fama para convertirse en una de las figuras fundamentales de la música.

Pocos, muy pocos, de los músicos que en la década de los sesenta experimentaron el éxito logran hoy despertar la ilusión de la crítica y el público cuando se rumorea que van a sacar un nuevo álbum. De hecho, quizá Bob Dylan sea el único superviviente en conseguir algo así. Seguramente, porque ha sabido evolucionar y vivir muy distintas etapas sin que le diera tiempo a quemarse. De ese joven comprometido con los derechos civiles que aparece interpretando “Only a Pawn in Their Game” en la histórica Marcha de Washington en 1963 (poco antes de que Martin Luther King pronunciara, allí mismo, su histórico discurso “Yo tengo un sueño”), al transgresor veinteañero que escandalizó a su público al electrificar su estilo durante el Festival de Folk de Newport. Pasando por el joven egocéntrico y contestatario que aparece en el documental Don’t look back de 1967 (en el que también se observa, entre líneas, su distanciamiento con Joan Baez) o el hombre recorrido por el dolor que muestra todas sus heridas en Blood on the Tracks (1975), seguramente el disco de la historia que refleja mejor las sensaciones que quedan tras una ruptura amorosa. Todos ellos, muy distintos del Dylan que abraza el cristianismo y se pone a hacer gospel en Saved (1980); y que poco después canta canciones de amor a su pareja mientras trata de sumar a su estilo esos sonidos ochenteros que tan mal encajaban con su música.

Sí, es verdad que al principio de los noventa vivió una crisis. Y que pareció que, al igual que había pasado con otros músicos de su generación, ya se le había secado la fuente de su talento y creatividad. Y que parecía condenado a hacer discos de versiones, conciertos-homenajes (The 30th Anniversary Concert Celebration) y actuaciones en directo en cadenas musicales con las que su discográfica trataba de acercarle a los jóvenes  (MTV Unplugged). Una idea que Dylan contestaría a finales de esa misma década, volviendo a sus grandes discos (a partir de su Time Out of Mind) y ganando el Oscar a la mejor canción por “Things have changed”. Una resurrección que incluso permitió que, en tiempos más recientes, se llevase el Nobel de Literatura sin que pareciera que el premio le importase mucho. De hecho, Dylan lo aceptó tarde y tras no haber dado señales de vida en muchos días, negándose a acudir a la ceremonia de entrega y dando la responsabilidad de recogerlo a su admiradora Patti Smith, que, por los nervios, olvidó ese día la letra de la canción que debía cantar en su recuerdo. 

Así ha sido siempre Dylan. Un hombre que ha mostrado su capacidad para resurgir y demostrar sus muchos talentos sin por ello dejar de resultar enigmático e impredecible. Porque, aunque se hayan escrito tantos libros sobre él, aunque se le hayan dedicado tantos documentales, desde Pennebaker a Scorsese, pese a que él mismo haya querido escribir sus memorias, parece que nunca vamos a poder conocer del todo a la persona que se oculta tras su cuerpo de 1,70, su cabello enmarañado y esos ojos azules que siempre parecen traspasarte.

De lo que no hay duda es de que Dylan logró cambiar la cultura de los años sesenta. Y aunque se puede discutir si es o no el músico más influyente del siglo XX, no se puede negar el hecho de que sin él la música hubiera sido muy distinta (allí tenemos discos como Bringin’ It All Back Home para demostrar su creatividad). Porque, no solo sus letras y músicas influyeron a todos los artistas de su generación, desde los Beatles (cuando coincidió con Lennon le dijo que no decían nada en sus letras) a los Rolling Stones, también a muchos de los que vinieron. Y allí están figuras como Frank Sinatra, Keith Richards, George Harrison, Mick Jagger, Jimy Hendrix, Johnny Cash, David Bowie, Eric Clapton, Neil Young, Eddie Vedder, Willie Nelson, Bono o Tom Petty, entre muchos otros, reconociendo su influencia y su admiración por él. De hecho, hasta el mismísimo Lou Reed, poco afín a tributar homenajes a nadie, quiso aparecer en el concierto del treinta aniversario de Dylan haciendo una versión de -eso sí- uno de los temas más desconocidos del homenajeado, Foot of pride.

Ese largo listado de figuras puede dar una idea de lo que significó Dylan en la segunda mitad del siglo XX, antes de que la música comenzara a ir por otros ámbitos y las guitarras y las letras trabajadas comenzaran a parecer cosa del pasado. Lo que no quita que, en el futuro, aún pueda significar lo mismo para muchos otros que, a día de hoy, quizá ni siquiera han nacido. Porque si algo tiene Dylan es su capacidad de alcanzar a generaciones muy distintas. A través de canciones tan increíbles como “Love Minus Zero”, “Subterranean Homesick Blues”, “Tombstone Blues”, “Desolation Row”, “Tangled Up in Blue”, "Knockin' On Heaven's Door" o “I Want You”. El legado de un genio que nos ha acompañado todas nuestras vidas y al que todavía ilusiona ver sobre los escenarios. Aunque, con alguna contada excepción, no toque ya su guitarra. Aunque siga siendo, por su forma de ser, un enigma. Uno que ha acompañado nuestras vidas para inundarlas de poesía. Por muchos más años juntos, mister Robert Zimmerman, ¡felicidades!