Los grabados y dibujos imposibles de M.C. Escher
M. C. Escher (1898-1972) es el autor de algunas de las imágenes más fascinantes del siglo XX. Sus grabados y dibujos, mezcla de matemática y arte, en donde desafiaba la lógica, con espacios en donde la paradoja era un elemento más, han sorprendido a varias generaciones que las han observado una y otra vez para tratar de entender los desafíos que ofrecen a la mente.
El neerlandés Maurits Cornelis Escher no pretendía dar a sus obras algún significado oculto. Así que, cuando le preguntaban qué buscaba expresar en alguna de ellas, siempre daba una respuesta concreta y directa. Le gustaba desmitificar algunas circunstancias del mundo del arte y, por eso, solía recordar que ninguno de los genios del Renacimiento se había calificado a sí mismo como “artista”. Que, entonces, solo había arquitectos, pintores y escultores dispuestos a desempeñar su oficio. Y eso era lo que él hacía: un oficio. Disfrutar al dar vida a una obra y transmitirla al público. Aunque igual fuera consciente de que sus originales trabajos no podían ser catalogados en ninguna corriente cultural existente.
En su familia no había habido nunca un gran interés por las artes. Su padre era un ingeniero que siempre deseó ver a su hijo estudiando una carrera de ciencias, así que Escher inició arquitectura, aún a sabiendas de sus dificultades con las matemáticas (no mayores, por cierto, a las que le ofrecían otras asignaturas). No estuvo, sin embargo, mucho tiempo allí, pues prefirió dedicarse al dibujo. Y, con tal deseo, marchó en 1922 a Italia, en donde comenzó a realizar, sin gran éxito, grabados paisajistas. Hasta que, preocupado por el rumbo de Mussolini, decidió marchar en la década de 1930 a Suiza en busca de tranquilidad.
Relatividad (1953). Aquí se aplican tres puntos de gravedad distintos en un mundo espacio, provocando gran confusión al espectador.
Fue entonces cuando, cansado de lo convencional, quiso encontrar algo nuevo. Y a eso le ayudó mucho uno de sus viajes a Granada (España), pues allí visitó la Alhambra y quedó maravillado por los patrones matemáticos de sus elementos decorativos y el modo en que sus creadores no dejaban un espacio sin ocupar.
Por aquel entonces era un hombre cercano a los 40 años de edad que vivía en total inestabilidad económica y se veía obligado a pedir dinero a sus familiares (todavía en 1951 sus padres sufragaban muchos de sus gastos). Pero ya estaba fraguando las ideas que le harían famoso; esos dibujos y mundos imposibles en donde se desafiaba la lógica; representando espacios paradójicos de un modo nunca dado antes y que él resumió del siguiente modo:
“En mis grabados trato de mostrar que vivimos en un mundo hermoso y ordenado y no en un caos sin normas, como a veces parecemos. Mis temas también son a menudo juguetones. No puedo evitar burlarme de todas nuestras certezas inquebrantables. Es, por ejemplo, muy divertido confundir deliberadamente dos y tres dimensiones, el plano y el espacio, o burlarse de la gravedad. ¿Estás seguro de que un suelo no puede ser también un techo? ¿Estás absolutamente seguro de que subes cuando subes una escalera?”.
Mano con esfera reflectante (1935). Una de las más tempranas obras de Escher, además de uno de los más famosos autorretratos
Cuando en 1954 se expusieron algunos de sus grabados en el Congreso Internacional de Matemáticas de Ámsterdam, el idilio entre Escher y el mundo de las ciencias se inició. Y, pronto, empezó a ser conocido en todo el mundo como uno de los artistas más originales de su tiempo. De este modo, el joven que había abandonado su carrera acabó convirtiéndose en uno de los autores que mejor lograron ilustrar los principios del pensamiento científico.
Claro, que ese fue solo el inicio. La influencia de Escher fue mucho más allá. Sus imágenes llegaron a la propia cultura pop hasta formar parte de la sociedad, En los años sesenta se convirtió –muy a su pesar- en un icono hippie, al contemplarse su trabajo como algo contracultural; y luego dejó su impronta en el mundo del cine (lo hubiera hecho más de no haber rechazado trabajar con Kubrick en 2001: una odisea del espacio), el cómic, la animación o, más recientemente, el videojuego. Cuando falleció, en, 1972, era toda una celebridad a quien hombres como Mick Jagger, de los Rolling Stones habían tratado de convencer, sin éxito, para que ilustrara alguno de sus álbumes. Al final, en sus últimos veinte años de vida, había gozado del reconocimiento y la estabilidad económica que siempre había deseado. Así había sido el genio tranquilo, el hombre que, contra todo pronóstico, había pasado a la historia por su genial fusión entre matemática y arte.
Manos dibujando (1948). Dos manos, cada una dibujando a la otra con un lápiz. Espacio y plano coexisten aquí.
Belvedere (1958). Los pilares de la parte delantera soportan la parte trasera del piso superior y los pilares de la parte trasera soportan la parte delantera. Por cierto, la mujer de vestido largo está tomada de El jardín de las delicias de Hieronymus Bosch, "el Bosco".
Detalle de Escalera arriba y escalera abajo (1960). El más conocido de los “objetos imposibles” de Escher, con sus dos filas de figuras humanas que suben y bajan de forma eterna.
Cascada (1961). Otra de sus obras más famosas. Aquí rompe las reglas de la perspectiva y, una vez más, nos plantea una paradoja visual