La búsqueda del "mundo feliz" de Aldous Huxley
En 1910, cuando tenía 16 años, Aldous Huxley recibió una noticia que le sobrecogió: tenía un problema en los ojos que podía afectar gravemente su vista. Y, poco a poco, comprobó que esta empeoraba hasta que quedó, finalmente, prácticamente ciego. Pero él, lejos de hundirse, decidió que debía adaptarse a la nueva situación. Y aprendió a tocar el piano y a leer en braille, consciente de que, aunque fuera entre tinieblas, quería seguir imaginando y viajar, desde el arte, a otros mundos. Luego, las cosas mejoraron. Y es que, después de un año y medio en esa situación, pudo recuperar parte de esa visión. Y aunque nunca fue la suficiente como para ser médico –su gran sueño- sí le permitió al menos dedicarse a otro de sus grandes amores: los libros. De este modo, en 1913 entraba en el Balliol Collage de Oxford para estudiar Literatura inglesa.
Esa constancia de las limitaciones y la necesidad de hallar respuestas alternativas fueron constantes en la vida de Huxley. Como lo fue también su deseo de poner sus sensaciones por escrito. De esos años, por ejemplo, son sus primeras poesías, que le ayudaron a sobrellevar el nuevo drama que azotó a su familia: el suicidio de su hermano Trevenan. Y el resultado de aquellos versos son los cuatro libros que publicó entre 1916 y 1920, que junto al volumen de cuentos Limbo (1920), fue lo primero que el mundo conoció de él. Aunque, en realidad, sería su opera prima novelística, una dura sátira del mundo intelectual que le rodeaba llamada Los escándalos de Crome (1921), la que le dio su primer éxito. A costa, por cierto, del enfado de algunos amigos que se reconocieron entre las páginas de la obra y que comprobaron que, cuando se trataba de lanzar sus críticas a la burguesía británica, Huxley no hacía distinciones.
Luego llegaron libros como Danza de sátiros (1923), Arte, amor y todo lo demás (1925) y Contrapunto (1928), antes de que en 1932 apareciera la que sería su obra más célebre y leída, Un mundo feliz, el texto que, junto al 1984 de George Orwell, acabó sentando las bases actuales del género distópico. Pero si Orwel escribió su obra tras pelear en la guerra civil española del lado de los republicanos y rechazar los totalitarismos, Huxley lo concibió en un contexto menos centrado en la realidad política. Así, lo que buscó fue imaginar las consecuencias que podía tener la sociedad de consumo que se estaba forjando. Por eso su obra apela a la destrucción del individuo, no a través de las dictaduras, sino por el uso de los medios de comunicación, los avances tecnológicos, las drogas (el famoso “soma”) y el sexo. Todo, con el fin de construir a hombres y mujeres sin ambiciones que, imbuidos por una falsa felicidad, sean incapaces de comprender que no son libres. O dicho de otro modo: Huxley creía que a través del placer, y dando algunas concesiones, se podía lograr el control de los seres humanos. Una idea que expresó mucho antes de que llegaran la mayor parte de los medios de comunicación y fármacos que hoy conocemos.
Huxley no se quedó allí. Y el asunto de la búsqueda de otros mundos y realidades continuó impregnando sus libros, aún más después de que comenzara a experimentar con el LSD y las drogas psicodélicas y se convirtiera con sus textos en un icono de la contracultura occidental. Dos ejemplos: podemos verle en la portada del Sgt. Pepper's de The Beatles; y The Doors tomaron su nombre de uno de sus libros (Huxley, además, les inspiró canciones como “Break on Through”). Y es que pocos textos fueron tan leídos como los suyos por parte de los artistas y bohemios de los años sesenta.
El siguiente paso de la búsqueda de Huxley, ya menos centrada en las drogas, le llevó al mundo místico y espiritual, aún más, tras la muerte de su mujer en 1955. Al final, abrazó el hinduismo y llegó a una serie de conclusiones sobre la vida y el ser humano que plasmó en La Isla, su última novela (cuyo manuscrito por cierto, fue de lo poco que se logró salvar en el incendio que se produjo en mayo de 1961 en su casa de Hollywood). Un texto en donde los paralelismos con Un mundo feliz son evidentes, si bien aquí su exposición se muestre desde una perspectiva mucho más positiva y tranquila. A fin de cuentas, entonces Huxley creía haber encontrado al fin el mundo que buscaba.
Muy poco después de esta publicación Aldous murió. Un 22 de noviembre de 1963, precisamente, el mismo día en que John F. Kennedy era asesinado en Texas. Y tras haber escrito la distopía que mejor puede relacionarse con nuestra sociedad de consumo. Una obra que debió a su perseverancia, a su lucha ante las dificultades y a su capacidad para ir más allá de la superficie del mundo. Y que le llevó a convertirse en uno de los más influyentes pensadores del siglo XX.