jueves, 21 de noviembre de 2024 12:30h.

Cochise, el último gran jefe indio que vivió libre y murió libre

Murió un 9 de junio de 1874 en libertad. Y fue el último de los grandes jefes indios que pudo hacerlo. Cochise se ganó el respeto de sus enemigos cuando estos comprobaron que, siendo mayores en número, no lograban derrotarlo en las "guerras apaches". Por eso su figura ha pasado al ideario norteamericano, aunque, a la hora de estudiar esto, haya que tener en cuenta algunas cuestiones. 
Cochise y Gerónimo-min
Busto de Cochise y fotografía de Gerónimo

En 1953 se estrenó La conquista de Cochise, una película que, pese a seguir muchos de los tópicos del “western”, ofrecía un  hecho llamativo: el gran jefe apache que daba título a la película, Cochise, se pintaba de forma positiva. Algo, desde luego, poco habitual en el entonces racista cine de Hollywood, que siempre habría presentado a los indios como hombres crueles y salvajes. Todo un proceso de deshumanización que autores como el sociólogo James William Loewen denunciarían en los años 90 (aprovechando la nueva perspectiva que habían dado películas como Bailando con lobos) con libros como Lies My Teacher Told Me.

¿Por qué, entonces, con Cochise se obró distinto? Seguramente, porque se había ganado el respeto de sus enemigos al ser el único indio al que los Estados Unidos habían declarado la guerra y no habían logrado derrotar. Así, lo que venían a decir con el retrato que hacían de él (y no solo en esta película, también en otras de la época) es que, si había logrado esa victoria, era porque precisamente era distinto a los otros indios. O dicho de otro modo: al tratarle así lo único que se hacía era poner una excepción a la regla racista con que habían explicado su pasado.

Cochise (su nombre apache era Shi-Kha-She) había nacido hacia 1812 en Chiricahua, en el tiempo en que el territorio pertenecía al Virreinato de Nueva España y estaban a punto de fraguar los movimientos que permitirían la independencia de México. Media más de metro ochenta –muy por encima de lo habitual entonces-, y tenía el cuerpo musculado; además de una mirada directa y un largo cabello negro que llamaban la atención. En su juventud se había enfrentado junto a su padre a los habitantes de esa zona, pero luego de que el territorio pasase a manos estadounidenses tras la guerra contra México, había vivido, tranquilamente, como jefe de su grupo, y buscando la concordia con los colonos. De hecho, consta que estos pasaban sin problema por sus tierras cuando se dirigían a California.

Esa paz terminó, sin embargo, en 1861. En esa fecha varios indios de otro clan robaron a un colono su ganado y secuestraron a su hijo, un niño mestizo llamado Mickey Free. Cochise, en aquel momento, estaba lejos del lugar, pero alguien le acusó de ser uno de los responsables de aquello y el teniente encargado de la zona, George Nicholas Bascom, creyó en su culpabilidad. Así que pidió al jefe indio que acudiera a verle. Y cuando este recibió la notificación aceptó, creyendo que se iban a hablar de cuestiones relacionadas con las bases de la convivencia en el lugar. Y, de hecho, sospechaba tan poco lo que le esperaba que se presentó a la cita con su mujer, sus dos hijos, un hermano y dos sobrinos.

Cuando descubrió que trataban de arrestarlo, Cochise rasgó con un cuchillo la lona de la tienda en la que estaban y echó a correr. Un guardia le clavó la bayoneta en la pierna, pero, aún así, logró escapar, tomando además varios rehenes en su huida. Pensaba canjearlos por sus familiares, pero Bascom se negó a hacer el trato, y al final, los rehenes murieron y el hermano y los sobrinos de Cochise fueron ejecutados.

De este modo, se ponían en marcha las sangrientas “guerras apaches”. Así, en los once años que duró su primera fase, murieron más de diez mil hombres y centenares de granjas y haciendas quedaron destruidas, datos a los que habría que añadir el coste provocado por la interrupción de las actividades económicas, sobre todo, las mineras. Y es que Cochise, otrora pacífico, demostró unas capacidades tan asombrosas para la guerra que logró hacer algo totalmente inesperado: mantener a raya al poderoso gobierno de los Estados Unidos con, tan solo, unos pocos centenares de guerreros y los apaches mimbreños de su suegro “Colorado”. Por eso, en 1872, el presidente Ulises S. Grant pidió al general Oliver Otis Howard que se reuniera con Cochise y acordara el fin del conflicto. Y el resultado fue un pacto en el que el jefe indio salió ganando, pues consiguió que se le entregaran las tierras que deseaba. De este modo, pudo retirarse en ellas y vivir en paz y en libertad hasta su muerte, por enfermedad, en 1874.

Sin embargo, el pacto que firmó no le sobrevivió, pues ya en 1877, contraviniendo lo acordado, el gobierno quiso trasladar a los Chiricahuas a la reserva de San Carlos. Fue entonces cuando tomó las riendas el sucesor de Cochise, el famoso Gerónimo, que aunque mostraría el mismo espíritu guerrero, no gozaría de la misma fortuna. Lo detuvieron inmediatamente y lo enviaron a una reserva. Y aunque es verdad que luego lideró una revuelta, que le dio gran fama y durante la que emprendió una serie de incursiones violentas que sembraron el terror en el territorio, lo cierto es que al final tuvo que rendirse y aceptar las condiciones del gobierno estadounidense. Así, el orgulloso guerrero acabó en una reserva y hasta llegó a participar en festivales y ferias a las que iban hombres y mujeres atraídos por el mundo del oeste que le pedían autógrafos y le compraban arcos y flechas. Y aunque, en el fondo, disfrutó de esa fama (se llegó a reunir con el historiador S. M. Barret para que redactara un libro sobre su vida), lo hizo consciente de todo lo que habían perdido los suyos. Y de cómo muchas de las tribus, que antes dominaban todo el territorio, parecían condenadas a extinguirse (un dato: hoy día solo un 1 por 100 de la población estadounidense es india o mestiza). A diferencia de lo que había creído Cochise. Que murió pensando que todavía quedaba una oportunidad para los suyos.