jueves, 21 de noviembre de 2024 00:00h.

Montgomery Clift, el dolor y la autodestrucción de uno de los grandes talentos de Hollywood

La crítica considera que abrió el camino a otros grandes actores con su forma de actuar y su capacidad para construir personajes humanos y complejos. Su vida personal, sin embargo, fue mucho más difícil y quedó marcada por el grave accidente que sufrió en 1956 y le desfiguró el rostro

Cuando apareció en la gran pantalla llamó la atención de hombres y mujeres. No solo por su belleza, también por su forma de actuar, distinta, melancólica, con un talento especial para encarnar a personajes que, aún siendo heroicos, mostraban sus dudas y su insensibilidad, muchas veces, con una mirada ausente y llena de tristeza. Río Rojo, de 1948, fue su primer papel, pero fue Los ángeles perdidos, de ese mismo año, el que, con su interpretación de un soldado estadounidense en la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial, le valió su primera nominación al Óscar. Luego llegaron clásicos como Un lugar en el sol (1951, en donde coincidió con Liz Taylor, una de sus más grandes amigas), Yo confieso (1953) y, sobre todo, De aquí a la eternidad (1953). Ahora bien, todos esos éxitos no curaron a Clift de sus tristezas e inseguridades, potenciadas además por el hecho de ser homosexual en unos tiempos en donde era muy difícil revelar su condición (ni él mismo, parece, lo terminó de aceptar). Y así, siguió adelante, alternando esos episodios melancólicos con otros momentos en donde, según recuerdan sus familiares, fue verdaderamente feliz. Al menos, hasta que sufrió el accidente que le sumió en un dolor constante, durante el rodaje de El árbol de la vida.

Montgomery Clift y Liz Taylor en una imagen promocional de Un lugar en el sol (1951)

Al principio, no le había interesado demasiado ese papel. Tenía 36 años y debía interpretar a un joven de 17 años que estaba a punto de sufrir la Guerra de Secesión. Pero, al final, aceptó. Iniciaron el rodaje y en este estuvo trabajando hasta que el 12 de mayo de 1956 Liz Taylor –la otra protagonista del título- le invitó a una fiesta en su casa. Él, al principio, no quiso. Acababa de despedir a su chofer y no tenía quien le sustituyera, y además, tampoco tenía ganas de pasar por los habituales compromisos de un acto así. Pero Liz le insistió, diciéndole que quería presentarle a un sacerdote que había visto su gran actuación en Yo confieso. Finalmente, Montgomery aceptó, no sin preguntarse si su amiga, en realidad, solo quería era hablarle, como tantas otras veces, de la mala situación que vivía con su marido.

La fiesta no fue lo esperado. No solo no se presentó el sacerdote, sino que la reunión fue, según cuenta el actor Kevin McCarthy, amigo de Montgomery, tensa y llamativamente gris. Pocos deseaban hablar, ni siquiera Rock Hudson, que había acudido allí con su secretaria (la misma con quien se casaría tiempo después para ocultar su homosexualidad). Cuando, al final de la velada, Clift se preparó para marcharse confesó a su amigo Kevin que no le gustaba El árbol de la vida y, refiriéndose al mundo de Hollywood, dijo: “¡Cómo odio todo esto!”.


Estado en que quedó el coche de Montgomery Clift tras su accidente

Poco después su coche se estrellaba contra un postre de teléfono. McCarthy, testigo del suceso, lo describió así: “Olía a gasolina y el motor seguía funcionando. Conseguí estirarme por la ventanilla y apagar el motor pero no veía a Monty. Corrí hacia mi coche e iluminé con sus faros el de Monty. Entonces lo vi enroscado bajo el salpicadero. Tenía el rostro desgarrado, como una pulpa sanguinolenta: le creí muerto”.

cCarthy fue rápidamente a la casa de Liz en busca de ayuda, y esta, al saber la noticia, corrió a toda velocidad al lugar del accidente. Fue entonces cuando demostró una fortaleza asombrosa: la actriz se metió en el coche por la puerta trasera y, como pudo, se desplazó hasta el asiento. Descubrió entonces que su amigo seguía vivo, pero a punto de ahogarse por culpa de dos dientes que tenía incrustados en la garganta, así que, velozmente, le metió los dedos en la boca y los arrancó. Con ello logró salvarle la vida. En el último momento.  


Una escena de Vidas rebeldes (1966), con Marilyn Monroe, diez años después de su accidente

Sin embargo, el rostro de Clift quedó totalmente desfigurado y él sufrió desde entonces por esa condición. Los cirujanos hicieron un gran trabajo y aunque se observa el cambio en las escenas que posteriormente rodó de El árbol de la vida, las secuelas físicas del accidente no resultaron tan evidentes como en principio pudiera imaginarse. Sí, en cambio, las psicológicas. La personalidad de Montgomery, ya introvertida y depresiva, se potenció con su accidente. Rechazó los espejos en su casa y aunque siguió rodando lo hizo sufriendo constantes dolores que trató de mitigar con pastillas y grandes cantidades de alcohol. Aún logró, sin embargo, interpretar papeles tan impresionantes como los de El baile de los malditos (1958) –donde compartió cartel con Marlon Brando, quien le recomendó que dejara de lado la bebida porque le estaba destruyendo-, De repente el último verano (1959), Río salvaje (1960) o Vidas rebeldes (1960), bien conocida esta por ser la última que rodaron Clark Gable y Marilyn Monroe, quien, por cierto, dijo de Clift tras terminarla: "Es la única persona que conozco que está en peor estado que yo". Él aún rodó algunas más, como la excepcional Vencedores o vencidos, con un papel por que fue nominado por cuarta vez a los Óscar, pero en su vida personal siguió totalmente perdido e infeliz. Cuando murió, en 1966, con tan solo 45 años, por las complicaciones derivadas de tantos abusos de alcohol y drogas, pocos de sus conocidos se sorprendieron. Uno de ellos, incluso, afirmó que aquel había sido el suicidio más largo de la historia de Hollywood.