Selma Lagerlöf: la primera mujer que ganó el premio Nobel de Literatura
Poco antes de fallecer, en 1940, Selma Lagerlöf donó la medalla de oro de su histórico Premio Nobel con objeto de conseguir algunos fondos para los refugiados y soldados fineses. Europa estaba entonces sumida en la guerra y ella estaba convencida de que, todo gesto, aunque fuera pequeño, podía ayudar a la victoria. De allí que hasta sus últimos días hubiera estado activa, peleando por sus creencias. Como había hecho toda su vida.
Había nacido en 1858 en Suecia. Los problemas de salud le obligaron a pasar buena parte de la infancia recluida en casa, cosa que, por otra parte, le hizo desarrollar su inclinación natural por la lectura. Pronto empezó a escribir poemas y a alimentar su sueño de ser un día escritora. Luego, en la adolescencia, al ver con desagrado las tareas domésticas que solían desempeñar las mujeres, quiso ser maestra, siempre, con la idea de educar a los niños según los principios progresistas que poco a poco iban imponiéndose en la segunda mitad del XIX. Fue también entonces cuando empezó a escribir sus primeros cuentos, que además, por el mal estado de salud de su padre, le sirvieron de refugio ante el dolor.
En 1890 decidió presentar cinco capítulos de un posible libro a un concurso organizado por la revista Idun y, tras quedar en primer lugar, decidió arriesgarse y dedicarse por entero a esa novela. Así, se retiró un año de la escuela en donde trabajaba y se puso a escribir el resto de los capítulos, convencida de que podría hacer algo especial. Y el resultado fue La saga de Gösta Berling, la historia de un clérigo a quien salvan de morir congelado y luego logra gran poder, cuyas apasionadas e intensas páginas consideró la crítica dignas de de obras como Jane Eyre. Fue para Selma el inicio de una carrera que le permitió publicar más de treinta obras y convertirse en la autora sueca más famosa del mundo. Más aún, tras la aparición de su El maravilloso viaje de Nils Holgersson (1906-1907), una de las obras fundamentales de la literatura infantil de principios del siglo XX (y, por cierto, una de las favoritas del escritor Kenzaburō Ōe).
Greta Garbo en la adaptación cinematográfica de La saga de Gösta Berling (1924)
Esta popularidad hizo que muchos consideraran a Selma, por sus imaginativas historias y su elegante y poética prosa, merecedora del premio Nobel. Sin embargo, aunque varias veces sonó su nombre para obtenerlo, el secretario de la Academia rechazó la propuesta por, según cuentan, el prejuicio que le despertaba el hecho de dárselo a una mujer. También, por la actividad política de Selma, pues aunque esta actuó siempre desde posturas moderadas, fue una defensora firme del sufragio femenino y de la igualdad de mujeres y hombres (como dijo en una ocasión: “La mujer, con el hombre a su lado, ha creado el hogar ideal; ahora es tiempo de que las mujeres cooperen con los hombres y juntos puedan crear el Estado ideal”).
En 1909, sin embargo, todo cambio y fue galardonada por el distinguido premio por, según decía el comunicado oficial, el “altivo idealismo, la vívida imaginación y la percepción espiritual que caracterizan a todas sus obras”. Con ello pasó a ser la primera mujer de la historia en conseguir el Nobel de Literatura. Además, cinco años después fue también la primera en formar parte del grupo de autores de la Academia sueca.
El galardón hizo que sus libros obtuvieran un inusitado interés en todo el mundo, cosechando desde entonces éxito tras éxito, sobre todo por obras como la trilogía de El anillo de los Löwensköld (publicada entre 1925 y 1928). Además sus creaciones empezaron a trasladarse al mundo del cine: La saga de Gösta Berling, por ejemplo, en 1924, con una jovencísima Greta Garbo.
En sus últimos años se dedicó, además de a las tareas de su oficio, a desarrollar labores en pro de las personas necesitadas. Más aún, tras la llegada del nazismo, pues se involucró abiertamente en los movimientos destinados a proteger a los escritores y pensadores alemanes que huían de sus horrores. De hecho, entre las personas a quienes logró salvar estuvo la escritora Nelly Sachs, pues logró para ella un visado oficial sueco que le permitió cruzar las fronteras y escapar de una más que probable muerte en el campo de exterminio a donde los nazis pensaban enviarle. Algo que tendría una consecuencia muy especial: años después, en 1966, Sachs sería galardonada con el premio Nobel, convirtiéndose en la sexta mujer en conseguirlo. Gracias, precisamente, a la primera de ellas.