Woody Guthrie: el combatiente que llegó desde el otro lado del sueño americano
Woody Guthrie afirmaba que las canciones existían en algún lugar del universo y que solo había que asomarse allí para recogerlas. Era, al menos, el argumento que daba cuando le preguntaban cómo había sido capaz de escribir miles de canciones. Aunque, en realidad, su secreto estuviera en el hecho de haber vivido lo que cantaba: la América en crisis de los años treinta y cuarenta. La que realmente le representaba. No la triunfante y la autocomplaciente y que estaba siempre recordándose su grandeza, sino la de los oprimidos, la golpeada por el racismo y la que sufría porque las autoridades buscaban, ante todo, su bienestar.
Había nacido en Okemah (Oklahoma) un 14 de julio de 1912 y había crecido escuchando las canciones populares y folk de su tierra que su madre le cantó desde que estaba en su vientre. Su padre, con quien nunca se llevó bien, era un hombre rígido y violento cuyas ideas le llevaron a simpatizar con el Ku Klux Klan y que, pasados unos años, se trasladó a Texas, dejando a Woody con su madre enferma y obligando a que el niño tuviera que ganarse la vida por sí mismo. Por eso poco antes de cumplir los dieciséis años ya comenzó a viajar de un lado para otro, como un vagabundo, buscando trabajo, de tren en tren, cruzando interminables carreteras y entrando en contacto directo con esa América menos feliz que le inspiró sus primeras canciones. Y que iba a cantar desde entonces en todo lugar en el que se le quisiera escuchar: en los campamentos de inmigrantes, en las fábricas, durante las huelgas de los obreros, entre los trabajadores del campo…
Así, siguió, hasta que, a la altura de 1937, comenzó a interpretar sus canciones en una radio de Los Ángeles, conociendo así una cierta fama antes de trasladarse a Nueva York, en donde en 1940 grabaría su primer disco, Dust Bowl Ballads (1940). El mismo año en que compuso “This is Your Land”, su canción más conocida y que ofreció como una respuesta directa al “God Bless America” de Irving Berlin, que le parecía una canción demasiado ostentosa con la que no le era posible identificarse. Porque no creía que su tierra fuera tan bella y libre como se aseguraba allí. Y prefería buscar otra que se basara en la fraternidad y en la solidaridad humana. Como cantaba allí: “A la sombra del campanario vi a mi pueblo/En la oficina de socorro vi a mi gente/Mientras estaban allí hambrientos, me quedé allí preguntando/¿Esta tierra está hecha para ti y para mí?”.
Fue también en esas fechas cuando el público comenzó a fijarse que en la guitarra de Guthrie había un mensaje que él mismo había escrito: “Esta máquina mata fascistas”. Un lema que dejó en todos sus instrumentos. Porque, como decía, había que derrotar a Hitler y Mussolini. Por eso decidió también alistarse en la marina. Por si era necesario intervenir en tierras europeas.
Así estuvo, componiendo y grabando canciones de forma intensiva, hasta que al terminar la década de los cuarenta enfermó y tuvo que abandonar su pasión. Pasó así unos últimos años terribles, sin tener capacidad para grabar nada, en hospitales y, desde 1956, psiquiátricos. Sin embargo, en esas fechas ya sus canciones habían logrado influir a toda generación de jóvenes que quiso mantener su recuerdo y reivindicarle. Más aún, tras su muerte en 1967. Uno de ellos, por cierto, un músico recién llegado a Nueva York que le había visitado varias veces en el psiquiátrico: Bob Dylan. A él dedicaría su “Song for Woody” que grabó en su álbum debut como tributo a ese hombre al que siempre había considerado como “su último héroe”. Y no fue el único. También creían lo mismo Bruce Springsteen, Phil Ochs, Billy Bragg o Joe Strummer de The Clash (que en sus inicios como músico utilizó el seudónimo de “Woody Mellor” en homenaje a él), además de bandas como Wilco o los Dropkick Murphys. Algunos, incluso, decidieron grabar las canciones que él no pudo registrar con su voz. Esas narraciones con las que se empeñó en mostrar la América con que él, como muchos otros, realmente se identificaba: la que había quedado al otro lado del aclamado sueño americano. Y que, todavía hoy, sigue viva.