Curiosidades de la historia: el oráculo de Delfos
Cuentan Herodoto y Cicerón que Creso, último rey de Lidia y uno de los hombres más ricos de su tiempo, envió en el s. VI a. de C. a un emisario al oráculo de Delfos tras conocer los avances bélicos de los persas. Sabía que en algún momento estos alcanzarían sus posesiones y por eso quiso preguntar si debía atacarles antes él. La respuesta fue la siguiente: “Creso, si cruzas el río Halys, destruirás un gran Imperio”. Al ser informado de ello el rey, animado, estableció una alianza con otros territorios y envío a sus ejércitos contra los persas… pero el resultado fue desastroso. Pero el oráculo no se equivocó. Porque el imperio destinado a desaparecer era el de Creso.
De esta historia, real o no, podemos extraer lo siguiente: muchos hombres y mujeres de la antigüedad depositaron su fe, de modo absoluto, en el oráculo, el cual, sin embargo, sabía dar respuestas lo suficientemente ambiguas como para funcionar en circunstancias contrapuestas. Todo ello propició que durante siglos tanto individuos particulares como representantes de grandes colectivos y ciudades acudieran allí en busca de consejo, convencidos de que con él podrían mejorar su destino.
EL ORIGEN DEL ORÁCULO
Ruinas del templo de Apolo en Delfos
Esta mezcla de historias y leyendas hace imposible que sepamos a ciencia cierta cuándo empezó a operar el oráculo. Así, los arqueólogos han comprobado que en su lugar de emplazamiento hubo una población micénica que quedó abandonada entre el 1100 y el 800 a. de C., organizándose en algún momento posterior otro asentamiento sobre el que se construyó el templo de Delfos. Sería entonces cuando empezaron a funcionar los vaticinios.
Todo lo demás, pues, sería leyenda, como la establecida por Diodoro Sículo, quien explicó sus orígenes a partir de un pastor que llegó allí tras comprobar que sus cabras se comportaban de un modo extraño. Así, indagando, encontró una grieta y tras aspirar los vapores que emanaban de ella, cayó en trance y comenzó a hacer profecías. Luego, al saberse la noticia, empezaron a llegar otros pobladores, que cayeron en el mismo estado. A partir de entonces empezó a decirse que había sido Apolo quien, por su afecto, había establecido en ese lugar sagrado un modo de comunicación para guiar a los seres humanos.
LA PITIA (O PITONISA)
De acuerdo a esta misma leyenda, pasado un tiempo esas visitas empezaron a volverse peligrosas, pues varias personas cayeron por la grieta hasta desaparecer de la vista, de modo que, como cuenta Estrabón, se decidió nombrar a una mujer de moralidad intachable, que debía dedicar toda su vida al Santuario, para transmitir los vaticinios de Apolo: la Pitia. De este modo, protegida por sus ayudantes, comenzó ella a responder a quienes hacían las consultas, convirtiéndose pronto en una de las figuras más importantes de la Grecia clásica.
La pitia, pintura de Jacek Malczewski (1917), conservada en el Museo Nacional de Cracovia
Además, según Diodoro Sículo, esta fue en sus orígenes una joven virgen, pero tras producirse el rapto y violación de una de las elegidas se empezó a seleccionar a mujeres de, como mínimo, cincuenta años. Hubo, incluso, un tiempo, especialmente próspero para el templo, en que llegaron a operar tres pitias, pues eran tantas las peticiones recibidas que precisaban de más apoyo.
¿Y CÓMO FUNCIONABA EL ORÁCULO?
Como sucede con lo anterior, no queda claro cómo operaba el oráculo, más aún, porque a lo largo del tiempo este proceso debió sufrir cambios (lo cual explicaría las contradicciones de los textos conservados). Por ejemplo, unos dicen que, al recibir la consulta, la Pitia se retiraba a un lugar subterráneo y apartado, donde hablaba con la divinidad; otros, en cambio, dicen que lo hacía públicamente. Además, no se sabe si contactaba directamente con quienes acudían hasta allí en busca de respuestas o a través de un intermediario; ni tampoco el modo por el cual esta entraba en trance (al respecto se cree que lo hacía a través de sustancias alucinógenas o incluso con algún gas procedente del lugar, como explicaría la leyenda de Diodoro Sículo).
Sí sabemos que para todo ello era necesario hacer sacrificios en un altar, normalmente con animales del propio templo que debían comprar quienes realizaban las consultas. Aunque a veces también se daban tartas sagradas (pélanos) y distintos presentes y exvotos que contribuían al enriquecimiento del templo.
El oráculo, de Camillo Miola,
Igual sabemos que los vaticinios se hacían el 7 de cada mes, pues se creía que ese era el día del nacimiento de Apolo, aunque durante los meses invernales no se aceptaban consultas, dado que, según la tradición, el dios se desplazaba a la región Hiperbórea.
EL FIN
Durante varios siglos, y pese a algunos momentos de decadencia, el oráculo de Delfos fue uno de los lugares más importantes del mundo antiguo. Sin embargo, tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. de C. empezó a perder significativamente su prestigio. De hecho, el paso del tiempo hizo del templo de Delfos un lugar adonde acudían visitantes y curiosos más que hombres en busca de consejo, pero, aún así, logró mantenerse hasta el final del Imperio Romano. Solo en el año 391 de nuestra era, por decisión de Teodosio, personaje clave para la instauración del cristianismo, se cerró para siempre este lugar junto a aquellos que hacían ritos de adivinación similares por considerarse paganos y en contra de la verdadera religión. Se daba fin así a la historia de los antiguos dioses.