Allen Ginsberg y ‘Aullido’: la historia del poema del escándalo
En mayo de 1957 el fiscal Chester McPhee ordenó retirar de las librerías la segunda edición de Aullido, el poema escrito por el entonces desconocido Allen Ginsberg. Lo hacía alegando que “las palabras y el sentido de la escritura” eran “obscenas”, y aseguraba que ningún padre querría ver a sus hijos leyendo una obra así. Poco después, el 21 de ese mismo mes, el poeta Lawrence Ferlinghetti, responsable de su publicación, y el librero Shigeyoshi Murao eran arrestados por ser los principales culpables de su difusión. Y empezaba una historia, en donde entraría también en juego la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, que iba a dar una publicidad inusitada a una obra que de otro modo no habría recibido esa atención mediática.
Cuatro meses y medio después, el 2 de octubre de ese año, las autoridades calificaron el poema de Ginsberg como simplemente un ejercicio de libertad de expresión. De este modo, pudo publicarse de nuevo aquel texto en donde se pintaba el lado más escabroso del sueño americano. Desde esa primera línea en donde Ginsberg aseguraba haber visto “las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas” a las líneas en que dibujaba sin máscaras los más oscuros ambientes de drogas, sexo y autodestrucción.
De izquierda a derecha: Jack Kerouac, Lucien Carr y Allen Ginsberg en 1959
Ginsberg había empezado a escribirlo en San Francisco, tras permanecer ocho meses en un hospital psiquiátrico, y lo había dado a su amigo Jack Kerouac para que le trasmitiera sus impresiones. Luego, había ido a Berkeley para matricularse como estudiante de postgrado en el departamento de inglés de la Universidad, curso que nunca completó, pero durante el cual logró poner fin a su poema. Fue, como le dijo Ferlinghetti cuando lo escuchó declamar por primera vez, “el comienzo de una gran carrera”. Porque, efectivamente, junto a En el camino de Kerouac y El almuerzo desnudo de William S. Burroughs se convirtió en el texto que sentó las bases de la “Generación Beat”, del mismo modo que se ofreció como un modo de entender la poesía y la literatura totalmente nuevos. De hecho, la victoria en los tribunales llevó a sus seguidores a contemplarlo como el mejor testimonio de su lucha contra el sistema, al que veían tan corrupto como malsano.
Allen Ginsberg durante el verano de 1967
Ginsberg calificó en 1986 su obra como “una bomba de tiempo emocional” en donde denunciaba el mundo del pasado y reivindicaba el que traería la juventud. Aunque fuera con una sensación de derrota y a través de una sucesión de imágenes que sumaban el surrealismo, la exageración y el exceso (así, podían leerse frases como: “realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente”).
Las críticas, por supuesto, no faltaron, pero eso no evitó que muchos artistas, sobre todo poetas jóvenes, le siguieran y trataran de imitarle. También algunos músicos que quisieron cambiar para siempre las letras de las canciones. De David Bowie a Iggy Pop, pasando por Lou Reed y Bob Dylan, quien forjó una sólida amistad con Ginsberg por todo lo que tenían en común (manifestada en la aparición de los dos en el clip de la canción “Subterranean Homesick Blues” y en las canciones que grabaron conjuntamente).
Bob Dylan y Allen Ginsberg
Aullido fue, sin embargo, la gran obra de Ginsberg, pues nunca volvió a repetir su éxito. Aunque haya quienes piensen que trabajos como Kaddish –en donde refleja los problemas de salud mental de su madre- están al mismo nivel, al igual que su Cosmopolitan Greetings: Poems 1986-1992, el cual, en 1995 logró ser finalista del Premio Pulitzer.
Sin embargo, eso no quita que haya críticos que, aún defendiendo su obra más famosa, califiquen a Ginsberg como simplemente, el representante de una época concreta que se impulsó por el deseo de cambio de su generación. Y que incluso afirmen que su gran “fallo” fue el hecho de no fallecer antes, pues de ese modo habría mantenido, como Kerouac, su estela de escritor maldito. Pero, como su compañero Burroughs, Ginsberg logró sobrevivir a sus excesos y tuvo que convivir –sin dejar atrás los escándalos políticos y sexuales- con su propia y enorme leyenda. En cualquier caso, nadie puede discutir que Aullido fue, históricamente, junto a La tierra baldía de T. S. Eliot, el poema más importante de la literatura estadounidense del siglo.