Charlotte Brontë y su clásico ‘Jane Eyre’: la rebeldía de una mujer ante la sociedad del XIX
Cuando Jane Eyre se publicó lo hizo con el nombre de un varón como autor. Fue el modo que encontró su verdadera escritora, Charlotte Brontë, para desterrar los prejuicios que se tenía contra las autoras femeninas. Enseguida el libro fascinó a sus contemporáneos, por los hallazgos literarios, herederos de Lord Byron y John Keats, pero, sobre todo, por el carácter -inspirado en la propia Charlottë- de su protagonista: rebelde, luchador y muy distinto al que convencionalmente se solía dar a los roles femeninos. Además de, por supuesto, inspirado en la propia Charlotte.
Hay una escena de Cumbres borrascosas en donde la enamorada Cathy Earnshaw exclama al ver cómo el hosco Heatcliff le arrebata sus libros: “la mayoría están escritos en mi cerebro e impresos en mi corazón, y nunca me podrás privar de eso”. Lo escribió Emily Brontë pero podría haberlo firmado su hermana Charlotte. O cualquiera de las mujeres de su familia, pues refleja el voraz deseo de lectura que siempre les acompañó, así como su idea de los libros como una forma de curación ante los males de la vida. Otro ejemplo: cuando Charlotte ya se había convertido en una escritora afamada, todavía pedía a su editorial que le enviara todas sus nuevas publicaciones prometiendo que, una vez las leyera su familia, las devolvería intactas.
El ejemplo expresa lo que fue el hogar de los Brontë. Tan disciplinado y cuidadoso como ávido de historias en papel. Todos leían y todos escribían. De hecho el padre de familia, Patrick, fue, aunque ahora se le recuerde por sus hijas, un escritor de cierta relevancia. Él fue quien potenció el gusto por la literatura entre los suyos, sin hacer distinción de género. De este modo, a la par que desempeñaban las tareas domésticas, las Brontë se sumergían en los libros y soñaban con ser escritoras. Aunque siempre encontraran una falta: las mujeres de esos libros les resultaban, por lo general, poco interesantes. Por eso decidieron subvertir las reglas en los suyos. Y Jane Eyre de Charlotte es uno de los mejores ejemplos de ello: pocos personajes femeninos del XIX resultan tan innovadores y profundos; del mismo modo que pocos logran encarnar tan directamente la rebeldía, contra el mundo, contra las convenciones y contra la perspectiva que se daba a lo femenino. Como se dice en uno de sus fragmentos: “la realidad es que las mujeres sienten igual que los hombres, que necesitan ejercitar sus facultades y desarrollar sus esfuerzos como sus hermanos masculinos, aunque ellos piensen que deben vivir reducidas a preparar budines, tocar el piano, bordar y hacer punto, y critique o se burlen de las que aspiran a realizar o aprender más de lo acostumbrado en su sexo”.
Retrato de las tres hermanas Brontë: Anne, Emily y Charlotte (de izquierda a derecha). Obra de su hermano Branwell Brontë
Claro, que Jane Eyre es mucho más que una reivindicación respecto a los roles tradicionales de los hombres y mujeres. Aunque se de la ironía de que en sus inicios Charlotte se hiciera pasar por un autor varón llamado “Currer Bell” para evitar el prejuicio que se tenía contra los libros escritos por mujeres, vistos habitualmente como textos de segunda fila, faltos en calidad estética y literaria y sobrecargados en lo sentimental. De este modo todos pudieron contemplar desde una perspectiva imparcial su historia de amor entre un hombre y una mujer procedentes de dos mundos distintos y que, por otra parte, tanto debía del marco literario dado poco atrás por Lord Byron y John Keats.
El resultado fascinó a los lectores de su tiempo, que quedaron seducidos por el personaje de Jane Eyre y su lucha entre sus deseos y las convenciones de la conservadora Inglaterra victoriana. Además, como vieron en ella un personaje real, muchos se identificaron con su vida. No en vano, Charlotte lo construyó a partir de sus propias experiencias. Así, como su creadora, Jane Eyre es huérfana de madre. E igual que ella, sufre por estar en un estricto colegio que le reprime su deseo de ser libre. Del mismo modo que, como Charlotte, Jane decide hacerse profesora y vive el triste hecho de perder a sus hermanas por culpa de la tuberculosis (Maria y Elizabeth Brontë fallecieron como consecuencia de esta en 1825). Sin olvidar, por supuesto, su fuerte carácter y su deseo de rebelarse ante un mundo injusto y pleno de maltratos; reivindicando así su visión del amor, la educación, las relaciones humanas y su deseo de renunciar a los silencios y no aceptar jamás la maldad. Conceptos tan adelantados a su tiempo que todavía hoy la novela mantiene su esencia y permite dar interpretaciones modernas.
Mia Wasikowska en la adaptación al cine de Jane Eyre (2011) realizada por Cary Joji Fukunaga
Jane Eyre, pues, permitió que Charlotte respondiera a muchas de las circunstancias negativas del mundo en donde vivía. Del mismo modo que le hizo demostrar la fortaleza que tenían en la ficción los personajes femeninos. Algo en lo que incidiría en sus dos siguientes novelas, Shirley y Villette, en donde volvió a elegir a una mujer como protagonista. Dos textos de, también, enorme éxito, aunque el tiempo los haya relegado en pro de su obra más conocida.
Brontë, desafortunadamente, falleció muy joven, un 31 de marzo de 1855, a los 38 años, víctima de una tuberculosis (siete años atrás su hermana Emily había sucumbido ante la misma enfermedad) y tras haber vivido constantes infortunios y una depresión. Pero en el camino dejó una de las obras más importantes e influyentes del XIX. Un texto que logró indagar en su sociedad más allá de los clichés y abrió literariamente muchos caminos, apartando, además, muchos de los tópicos que se habían dado, no solo de los personajes femeninos, también de las mismas escritoras.