Cinco enseñanzas motivacionales que extraer de 'El Quijote'
El 16 de enero de 1605 se publicó la primera edición del mayor clásico de la literatura española, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Fue una obra de éxito, pero no llegó a alcanzar la trascendencia que hoy día le damos. De hecho, el propio Cervantes creyó que su gran creación iba a ser su Los trabajos de Persiles y Sigismunda y vio El Quijote como un texto menor. Solo el paso del tiempo demostró muchos de sus grandes valores hasta convertir a esta obra en la segunda más editada y traducida de la historia (superada, únicamente, por la Biblia).
Uno de los motivos de tal consideración es, precisamente, la profundidad que ofrecen sus personajes, extraordinariamente humanos y con los que es fácil empatizar, por sus dudas, sus preguntas, sueños y contradicciones. Por eso, a continuación, extraemos cinco enseñanzas en torno a sus comportamientos que nos parecen motivacionales.
1 – Es necesario soñar y mantener las ilusiones. Alonso Quijano pasó a encarnar en el XIX el romanticismo, pues, pese a todas las desdichas, él seguía creyendo en sus ideales y persistía en sus objetivos. Un personaje que demostraba cuán importante es arriesgarse, poner en marcha nuestros sueños y persistir en nuestras ilusiones. Por supuesto, sin abandonar la racionalidad, que en El Quijote encarna Sancho Panza.
2 – No hay que dejarse vencer ante la adversidad. Hay un fragmento en el capítulo LXXIV de la segunda parte que dice: “la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”. Este nos resume gran parte del libro. Porque, pese a que las luchas que libramos en la vida pueden salir mal, igual debemos seguir peleando y resistir.
3 – Es fundamental tratar de entender el punto de vista de los demás. En el libro aparece un pasaje, muy famoso, en que Don Quijote dice a Sancho: “Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa” (capítulo XXV, primera parte). La frase, que puede abrir debates interesantes en torno a la verdad, la apariencia y el engaño de los sentidos, nos habla de la importancia que tiene el saber ponerse en la piel del otro y entender sus opiniones.
4 – Hay que saber encontrar las virtudes, tanto de los demás como de nosotros mismos. El ejemplo perfecto es lo que Don Quijote siente por Dulcinea. Ella, como labradora, está muy alejada de las damas nobles de los libros de caballerías, pero para don Quijote se presenta siempre como la dama perfecta: su amor ideal. Por otra parte, El Quijote nos dice que no solo debemos ver lo bueno en los demás, también en nosotros. Como dice Don Quijote a Sancho: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores (…) préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio" (capítulo XLII, segunda parte)
5 – La amistad es uno de los más importantes valores y hay que tratar de cultivarla siempre. Esta la encarna aquí, sobre todo, Sancho Panza. Porque, si bien al principio sale a los campos con Don Quijote porque le ha prometido una ínsula, igual le sigue tras descubrir sus fantasías y locuras. De hecho, con el paso del tiempo, sin dejar su racionalidad, se pone de su lado, se preocupa por él y lamenta todo lo malo que le sucede. Por ello, Don Quijote y Sancho Panza son una de las parejas de amigos más férreas de la literatura.
Estas son, pues, las cinco enseñanzas que hemos querido rescatar para hoy, pero hay, por supuesto, muchas más. Tantas como motivos para leer este gran clásico que está de aniversario.