‘1984’: la novela en donde George Orwell reivindicó la libertad de pensamiento
Este 21 de enero es el aniversario de la muerte de George Orwell (1903-1950), el autor de Rebelión en la granja y de la que es una de las obras más influyentes de la literatura distópica, 1984. Un texto nacido de sus experiencias personales en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial que es una denuncia contra los totalitarismos, así como una defensa del amor y los sentimientos frente a la sociedad mecanizada.
Si de algo se cuidó Orwell es de que nadie pudiera clasificarle. Como también de demostrar que lo suyo no era defender sus ideas desde la comodidad de un despacho u oficina, resguardado de todo. Lo hizo patente al presentarse voluntario a los 33 años a la guerra civil española para combatir del lado de los republicanos, viviéndolo todo en primera línea de fuego y llegando a sufrir el impacto de bala de un francotirador, que a punto estuvo de dar fin a su vida de ideales y literatura, mientras combatía en el frente de Huesca.
Entonces todavía no había escrito ningún libro de éxito, aunque lo había intentado con títulos como Sin blanca en París y Londres (1933) o Los días de Birmania (1934), en donde había demostrado dos cosas: lo difícil que era ganarse la vida como escritor –poco antes había vivido en la indigencia, acudiendo a comedores públicos y albergues- y cuánto había aborrecido su trabajo de policía en Birmania (Orwell, hay que recordarlo, nació en la India, pues su padre trabajaba allí para el gobierno colonial). Orwell sobrevivió a la herida de Huesca, y pudo así ver los sucesos de Barcelona, que le inspiraron su Homenaje a Cataluña (1938). De este modo, cuando regresó a Inglaterra, ya había construido gran parte de su pensamiento antitotalitarista, que corroboró cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y empezó a destacar como un articulista a quien no le daba miedo tratar los temas más polémicos. En esos años denunció el populismo, el fascismo y el estalinismo, rechazó el nacionalismo, dio opiniones impopulares respecto a Gandhi y habló de la incipiente guerra fría (concepto que, por cierto, acuñó él, en 1945). Y hasta se atrevió a defender la independencia de la India y hablar de los horrores del imperialismo inglés, para sorpresa de sus compatriotas.
Orwell en la guerra española (de pie, el cuarto por la izquierda, destacando por su altura)
Y esto, sin dejar jamás sus sueños de escritor. En 1945 publicó su primer gran clásico, Rebelión en la granja, y cuatro años después, su obra maestra, 1984, la distopía por excelencia de la literatura (con permiso de Huxley, Bradbury y el mucho más desconocido Zamiatin, quien 25 años antes trató temas similares a los orwellianos en Nosotros). Allí Orwell pintaba un posible año 1984 en donde el mundo estaría dividido en tres superpotencias, Oceanía, Eurasia y Asia Oriental, que libraban una eterna guerra por el control de los territorios. También fue donde el escritor introdujo ese famoso lema, “La Guerra es Paz, La Libertad es Esclavitud, La Ignorancia es la Fuerza” y conceptos como “policía del pensamiento”, “Gran Hermano” o “ministerio de la Verdad” (este último, el encargado de reescribir la historia para acomodarla a las necesidades del Estado). Y todo, enmarcado en una trama que, no debe olvidarse, era una romántica defensa del amor y los sentidos. Porque la rebelión contra todo aquello, el coraje para dejar atrás ese mundo de miedos, nacía de la atracción de dos personas.
Pero 1984 no solo atacaba los totalitarismos, también a todo sistema, democrático o no, que abusara de los mecanismos de control del Estado. Si la leemos, por ejemplo, nos será imposible no pensar en los paralelismos que hay con esta actualidad en donde es tan fácil manipular la información y vigilar a la sociedad. Y es que, pese al paso de los años, la obra sigue manteniendo su vigencia, revelándose como uno de esos pocos casos en donde se ha podido unir literatura y política sin caer en los maniqueísmos habituales.
Orwell, el hombre que afirmó que, si triunfaban las dictaduras la literatura desaparecería, al depender esta de la libertad, murió a los 46 años de edad, un 21 de enero de 1950, víctima de la tuberculosis y sin saber la influencia que su obra iba a tener. Selló así una vida dedicada a denunciar los totalitarismos y a dar recetas contra aquellos que solo creen en los extremos. De hecho, que en algunos sectores Orwell siga resultando incómodo es sin duda una buena señal.