'Matar a un ruiseñor', de Harper Lee, la novela antirracista que ayudó a cambiar los sesenta
Matar a un ruiseñor es uno de los grandes clásicos de la historia de la literatura. Una obra que durante los años sesenta ayudó a forjar el ideario en pro de los derechos civiles de la población negra. Merece la pena recordar a su autora ahora que se cumple el aniversario de su nacimiento.
Un día, mientras revisaba la que iba a ser su gran obra, Harper Lee se desesperó y arrojó el manuscrito por la ventana. No le gustaba lo que había hecho y quería abandonar, definitivamente, aquel proyecto que tanto trabajo le causaba y al que no veía salida. Y solo tras hablar con la editorial comprendió que se estaba equivocando y que merecía la pena cambiar de opinión. Y todo pese a que, en el fondo, tampoco sus jefes confiaran demasiado en esa obra que tenía el atrevimiento de tratar una temática tan difícil como la que le servía de punto de partida: la historia de un hombre de raza negra al que acusaban, falsamente, de haber violado a una mujer blanca y al que, pese a no haber pruebas en su contra, todos habían dado ya por culpable. De allí que, cuando Lee finalmente entregó el manuscrito, en 1960, tras dos años y medio de trabajo, los editores le aseguraran que esperaban que su texto solo vendiese unas pocas miles de copias.
Un año después, sin embargo, esta obra, a la que tituló “Matar a un ruiseñor”, ganaba el premio Pulitzer. Y esto, tras haber estado 41 semanas seguidas en la lista de libros más vendidos de los Estados Unidos. El vaticinio no podía estar más equivocado: quizá porque la contemplaron, todavía, desde la mirada de los años cincuenta. Y no la de la década que estaba a punto de venir: la de los derechos civiles y la lucha por la igualdad racial.
Harper Lee, además, había construido una serie de personajes entrañables que lograrían quedarse en el imaginario colectivo, sobre todo, Atticus Finch, el abogado que había aceptado defender a aquel hombre negro después de que otros prefirieran rechazar el caso. De hecho, este personaje acabó representando la ética y los valores del Derecho, pues por su decisión iba a sufrir el rechazo del pueblo. Incluidos sus vecinos y amigos. Y todo por la creencia de Atticus de que todas las razas merecían un juicio justo. Una idea que pensaba defender aunque eso comportara sufrimientos para sus dos hijos. Niños que, al verse obligados a contemplar el mundo real, iban a perder, a medida que descubrían todo, su propia inocencia.
Harper Lee construyó una serie de personajes entrañables que lograron quedarse en el imaginario colectivo, sobre todo, Atticus Finch, el abogado que había aceptado defender a aquel hombre negro después de que otros prefirieran rechazar el caso.
Harper Lee ya no publicaría ningún libro hasta que, a pocos meses de su muerte, apareciera su Ven y pon un centinela, una obra que había escrito mucho antes y que generó controversia porque se consideró que se había sacado al público sin el permiso de la autora y aprovechándose de la condición en que estaba, por su edad. Y es que ella siempre había mostrado su deseo de no publicar nuevas novelas. Quizá porque, como le pasó a su gran amigo Truman Capote con A sangre fría, sintió que había puesto el listón demasiado alto y temía enfrentarse a los críticos. Quizá porque, simplemente, prefería no formar parte del candelero mediático. E incluso, quizá, porque no se sentía cómoda teniendo tantos seguidores y fanáticos tras ella. Sobre todo, después de que se hiciera en 1962 una magnífica adaptación cinematográfica –que, por otra parte, gustó mucho a Lee- y en la que Gregory Peck hizo una sensacional interpretación de Atticus Finch. A fin de cuentas, siempre había sido una mujer que deseaba la soledad.
Harper Lee falleció en 2016, a los 89 años. Apartada de todos. Como J.D. Salinger, había preferido que sus años pasaran tranquilamente, alejada de los medios y el gran público (con alguna excepción, como cuando en 2007 se le dio la Medalla Presidencial de la Libertad). A fin de cuentas, ella ya sentía que había dejado para la historia un gran texto. Un libro que había servido de espejo para la convulsa sociedad norteamericana de los años sesenta y que había contribuido también a la realización del cambio social que se había vivido en el país durante esa década. Un libro en el que había dicho que matar a un ruiseñor era matar aquello que es débil y está indefenso. Aquello que, además, representa a la propia inocencia. Algo que para Harper Lee constituía una de las mayores aberraciones que podía cometer un ser humano.