sábado, 21 de diciembre de 2024 00:03h.

‘El Padrino’, la obra que Mario Puzo se avergonzó de escribir

Artículo | Llama la atención que una obra como El Padrino, que ofrece uno de los guiones más impresionantes de la historia del cine, estuviera tan mal considerada por su creador, Mario Puzo, y que incluso la entregara a su editorial con vergüenza tras pensar que no había hecho nada que llamara la atención. Aprovechamos que es la celebración del 101 aniversario del nacimiento de Puzo para recordar su historia.

A mediados de la década de 1960 Mario Puzo tenía 45 años y se veía asediado por las deudas. Sus últimos libros no habían tenido el éxito que había deseado y sentía que su carrera como escritor estaba llegando a su fin. Seguía creyendo en sí mismo –y además, la crítica le seguía teniendo en gran estima-, pero no entendía el porqué de que alguien de su talento no solo no alcanzara el éxito que merecía, sino que ni siquiera tuviera dinero para pagar la alimentación de sus cinco hijos. Hasta que, un día, cuando estaba al borde del abandono, una editorial le propuso escribir un libro en el que relatara la historia de un grupo de gangsters. No en vano, era una temática que se vendía bien y, si tenía suerte, podría solventar algunos de sus problemas económicos y, quizá, incluso, recuperar confianza que había perdido en el mundo literario.

La idea, sin embargo, no gustó a Puzo. Principalmente porque, como italo-descendiente, le enfadaban los estereotipos con que se pintaba siempre a los suyos en ese tipo de libros. Pero, al final, la necesidad se impuso y aceptó la oferta. Tenía, además, en la memoria unas cuantas historias de mafiosos que había seguido en la prensa y en la televisión. Sabía del funcionamiento de las familias, su forma de entender la lealtad y los extremos a los que eran capaces de llegar para defender su honor o mantenerse en el poder. Conocía bien las historias de figuras como Albert Anastasia, Meyer Lansky, Carlo Gambino, Sam Giancana, Frank Costello o Lucky Luciano, y sabía que con ellas podría pintar algunas de las escenas del libro. Hasta decidió incorporar algunas de las leyendas que circulaban en torno a Frank Sinatra y sus contactos con la mafia para crear algunas tramas (allí tenemos, por ejemplo, al personaje de Johnny Fontane).

Tras escribir las primeras 150 páginas, Mario Puzo se presentó ante el editor para ver qué le parecían. Pero, al comprobar que estas no le gustaban, enfadado se marchó y se fue con el texto a otra editorial. Y una vez más, se la rechazaron. Así que probó con otra, y luego otra, hasta que finalmente la “G.P. Putnam’s Son” vio algo de interés en ese texto y decidió pagarle un adelanto para que pudiera completarlo.

Puzo escribió velozmente los restantes capítulos. Tanto que, cuando los entregó, lo hizo con cierta vergüenza. No le convencía el resultado final, así que, en previsión a lo que le pudieran decir, pidió a los responsables de la editorial que no difundieran el texto, pues quería hacer correcciones y volver a escribir algunas partes de la trama. Y, tras decirle estos que así harían, tomó el cheque con su paga y se tomó unas cortas vacaciones.

El comediante Red Buttons, Mario Puzo y Marlon Brando durante el rodaje de El Padrino

Por todo ello lo último que esperaba fue lo que sucedió a su regreso a la editorial. Ya desde el primer momento se sorprendió, pues todos allí le trataron con una amabilidad a la que estaba poco acostumbrado. Y cuando estuvo cara a cara con el editor este le dijo, no solo que no le había hecho caso y había divulgado el texto, sino que había gustado tanto que una editorial ofrecía 410 mil dólares (de la época) por él. Para luego, ante un Puzo estupefacto, decirle que había varios estudios de cine peleándose para convertirlo en una película.

El resto, como se sabe, es historia. El elegido para rodar esa adaptación fue Francis Ford Coppola (a quien, por cierto, tampoco entusiasmó la idea de realizar un trabajo sobre la mafia). Y todo, a partir del guion que escribió el mismo Puzo, que no pudo ocultar su entusiasmo cuando supo que la productora pretendía que fuera el mítico Marlon Brando el que interpretara a Vito Corleone (Puzo, de hecho, llegó a escribirle una carta para pedirle que por favor aceptara esa propuesta). Su actitud, sin embargo, fue mucho más indiferente cuando le dijeron quién iba a hacer el papel de Michael, pues era un joven desconocido, de apenas treinta años, a quien no había visto nunca: el mismísimo Al Pacino. Y de este modo se construyó una obra asombrosa que se estrenó en marzo de 1972 y que desde muy pronto se reveló como una de las principales referencias de la historia del cine.

Luego llegarían para Puzo muchos más trabajos (más aún, tras ganar el Premio Oscar), entre ellos, los guiones de Cotton Club, Superman o las dos secuelas de El Padrino. Porque el hombre al que tantos habían rechazado y que había vivido preocupado por las deudas, acabó convirtiéndose en un autor de éxito al que se disputaban editoriales y productoras de todo el mundo. Y todo, gracias a un proyecto que había nacido de una necesidad económica y en el que al principio no creyó