jueves, 21 de noviembre de 2024 00:00h.

El triste hecho que marcó la infancia de Charles Dickens y le convirtió en Oliver Twist

El escritor Charles Dickens (1812-1870) tuvo la suerte de cosechar la gloria y la fama ya desde su primera novela. Sin embargo, sus experiencias infantiles fueron mucho menos felices y son vitales para entender los mundos oscuros en que suelen moverse los protagonistas de muchos de sus libros. De hecho, podría decirse que buena parte de los personajes infantiles de Dickens son en realidad él mismo.
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Charles Dickens

En febrero de 1824, cuando tenía doce años, el joven Charles Dickens recibió una noticia cuyo contenido le hizo sentir que su infancia feliz quedaba atrás, cuando había vivido en la plácida casa familiar de Chatham, en el condado de Kent: su padre, John, había sido detenido en Londres por impago de deudas y trasladado a una “sponging-house”, que era el nombre con el cual se conocía a las prisiones a donde iban a parar quienes no habían logrado cumplir con sus pagos. Charles, al principio, no lo quiso creer, pero cuando fue a visitarlo, este, desolado, confesó su culpabilidad y le dijo que se comunicara con sus parientes para pedirles ayuda económica.

Así hizo, pero, para su sorpresa, solo encontró un unánime rechazo. Todos, como así le confesaron, estaban demasiado hartos de los embustes y estafas de su padre y no estaban dispuestos a solucionarle los problemas.

Aquello hizo que la familia de Dickens solo hallara una solución: empeñar todas sus posesiones para reducir la estancia del padre en prisión. Así, empezaron a desaparecer los muebles y objetos que habían decorado su casa (y también los libros de la biblioteca, que tanto habían fascinado a Charles), hasta quedar un lugar de paredes desnudas. Y tal fue la situación que, al final, la madre, aprovechando que las leyes lo permitían, decidió trasladarse a la prisión junto a sus hijos menores para vivir junto con John, quedando Charles en una casa de alquiler. Él se encargó desde entonces de conseguir el dinero necesario para satisfacer las deudas de su padre, trabajando en una fábrica ubicada al lado del Támesis: un lugar viejo, mal cuidado, desde donde se podían escuchar los chillidos de las ratas que deambulaban por el sótano y en donde laboraría durante jornadas de diez horas diarias pegando etiquetas y cerrando botes de betún por seis chelines de sueldo.

Charles Dickens acababa de convertirse en los personajes de varias de sus novelas. Pero todavía no era consciente de ello.

Fotograma de la adaptación de Oliver Twist (2005) de Roman Polanski

Trece años después, Dickens, valiéndose de esas mismas experiencias, publicó su primera gran obra maestra, Oliver Twist. La historia de un niño que pasaba sus primeros años en un orfanato y conocía desde su condición de pobreza el lado más oscuro de la Londres victoriana. El mismo que su autor había descubierto cuando perdió la seguridad de su hogar. El de los robos y crímenes, la prostitución y el desamparo, el que arrojaba a tantos hombres y mujeres a las peores y más míseras situaciones. Pero aunque esto haga pensar que estamos ante una obra de contenido oscuro, la realidad es todo lo contrario, pues con Oliver Twist el lector no puede evitar sonreír por el humor que destilan sus páginas, del mismo modo que se emociona con esos magníficos y positivos personajes que logran poner el contrapunto a la perversidad del mundo. Quizá porque Dickens necesitaba, pese a todo, mantener la inocencia y la felicidad de su niñez y creer que, al final, el mundo proveía justicia. Quizá, también, como reflejo del tiempo en que lo escribió, pues tras salir de la fábrica y trabajar como ayudante en un despacho de abogados había logrado convertirse en un periodista respetado con un cierto éxito como escritor gracias a su opera prima Los papeles póstumos del club Pickwik.

Aún así, Dickens nunca olvidó. Como confesó a su amigo John Forster, siempre tuvo en su mente ese humillante pasado: “cuando rememoro con tristeza aquella época de mi vida, muchas veces me olvido de que tengo una mujer y unos hijos, incluso de que soy un hombre”, le dijo en una ocasión. Y un ejemplo de ello es que esas temáticas se repetirían en las obras posteriores a Oliver Twist. No solo por los ambientes que dibujó, como vemos en David Copperfield, también porque siguió insistiendo en incluir aspectos muy íntimos de su biografía. Así pasa, por ejemplo, con Nicholas Nickleby, en donde el joven que da título al libro debe mantener económicamente a su familia; o La pequeña Dorrit, en el cual la protagonista es una niña que vive en la prisión de Marshalsea.

Con estas obras Dickens logró ser uno de los grandes escritores de la historia de la literatura. A partir de un hecho que le había marcado, logró convertirse en un narrador distinto y original. Alguien que se sirvió de su posición para hacer de sus obras baluartes fundamentales en la denuncia de la explotación infantil y la defensa de los derechos de los menos pudientes. Alguien que, además, quiso transmitir la idea de que, pese a todos los problemas que puedan surgir en esta vida, es necesario persistir, tener esperanza y seguir adelante. Esto es, que aún viviendo en el mundo más ruin y difícil, siempre habrá hechos merecedores de experimentar y disfrutar.

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