jueves, 26 de diciembre de 2024 00:06h.

Washington Irving y la España romántica: ‘Cuentos de la Alhambra’

El autor de la versión más conocida de Sleepy Hollow, Washington Irving (1783-1859), escribió durante su estancia en España su clásico Cuentos de la Alhambra (1832), un libro que mezclaba leyendas, apuntes históricos y costumbrismos locales y que contribuyó a extender, como pocos, la tradicional visión romántica del sur del país. 

Washington Irving
Washington Irving

A mediados de la década de 1820 Washington Irving era un escritor reconocido en busca de inspiración para un nuevo libro. Quería repetir el éxito obtenido con El libro de escenas de Geoffrey Creyon, la obra en donde aparecía el célebre relato de Sleppy Hollow, pero, aún así, no lograba encontrar la inspiración necesaria. De hecho, le empezaban a sobrepasar los problemas financieros, que le habían llevado a declararse en bancarrota y viajar a Inglaterra, Alemania y Francia. Hasta que, en febrero de 1826 la Embajada de los Estados Unidos en España le propuso viajar a Madrid y trabajar en torno a una colección de documentos de Cristóbal Colón que podrían servirle de ayuda para crear una nueva obra.

Irving aceptó la oferta. Como muchos extranjeros, sentía fascinación por las leyendas e historias románticas que solían llegar sobre España y quería comprobarlas de primera mano. Y aunque al llegar se topó con un conjunto de intrigas políticas y enfrentamientos –germen de una futura guerra civil- igual hizo lo posible para hallar lo que le interesaba. Fue a bibliotecas y archivos, habló con todo tipo de gentes y viajó por el país, sobre todo, por Madrid y el sur. Y al llegar a Granada, cayó enamorado de ella. De su historia, de sus monumentos y de su mezcla de culturas distintas y remotas.

A aquellas sensaciones ayudó mucho que el gobernador del lugar le alojara en la propia Alhambra. A fin de cuentas, no había mejor lugar para su búsqueda, el reducto mágico de un pasado fascinante que había logrado sobrevivir en el tiempo. “Nunca tuve una residencia tan deliciosa”, diría al respecto el mismo Irving. “Una de las ventanas da al jardín de Lindaraja; desde el otro lado se ve el salón de las dos Hermanas y el patio de los Leones. Hay otra ventana que se asoma a la vega del Darro y el Generalife”. Y el resultado de todo ello fue su otra gran obra clásica, “Cuentos de la Alhambra”, una auténtica declaración de sus sentimientos por el lugar. Y una de las obras anglosajonas que más hizo por difundir la imagen romántica del sur de España como puente con las culturas de oriente. La medieval y fantasiosa, recorrida por bandoleros, posadas mágicas, gitanos y peleas con navajas a la luz de la luna. “¡Qué país es España para un viajero!”, diría en uno de los pasajes. “La más miserable posada está para él tan llena de aventuras como un castillo encantado, y cada comida constituye por sí misma toda una hazaña”.

Exageraba, por supuesto. Porque, como había hecho con su El libro de las escenas prefería la “verdad” literaria a la verdad histórica. La que lograra atrapar a los lectores, aunque Irving mostrara en su libro un respeto mayor al de la mayoría de aquellos que retrataron la España de la época. De hecho, los libros de viajes de esta índole del XIX son crueles y tienden a estar escritos desde una perspectiva clasista y aristocrática en donde son comunes los tópicos y las frases condescendientes. En cambio, Irving hace un esfuerzo por ir un poco más allá, quizá, porque por su interés en la historia, había escrito ya varias obras dedicadas al mundo de Cristóbal Colón y a la conquista de Granada. De hecho, estas últimas le llevaron a ser nombrado en 1829, el año de su traslado fuera del país, académico honorario de la Real Academia Española de la Historia.

No fue la última vez que estuvo en España. Regresaría en 1842 tras ser nombrado embajador de los Estados Unidos, aunque en unas circunstancias mucho más grises por sus problemas de salud. Así, esta vez, solo dejó durante su estancia algunas cartas personales e informes para su país que reflejan su punto de vista de los años del reinado de Isabel II. Interesantes para los historiadores, pero nada más.

Washington Irving fallecería en Nueva York el 28 de noviembre de de 1859, dejando atrás una importantísima obra. Entre sus logros estuvo el saber llevar su costumbrismo literario –de él tomaron nota autores como Mark Twain y Ernest Hemingway- a un país al que llegó por casualidad y cuya leyenda romántica contribuyó a difundir de un modo sobresaliente. Sí, la España de Cuentos de la Alhambra seguramente nunca existió en los grados en que él la pinto, pero igual apetece a veces asomarse a ella, encontrarnos con ese mundo lleno de pasión y magia y olvidarnos de tanta realidad.