sábado, 23 de noviembre de 2024 00:01h.

Cómo se afianzó el fascismo: Mussolini según el novelista Antonio Scurati

Este año se ha publicado M. El hombre de la providencia, la segunda parte de la trilogía con la que Antonio Scurati busca indagar en la figura de Mussolini. Aprovechando que estamos en el aniversario de la llegada del “Duce” al poder tras la “Marcha sobre Roma”, queremos recordar algunos de los logros de las novelas de este autor y su capacidad para divulgar la historia del siglo XX desde perspectivas menos habituales.

Mussolini en la marcha sobre Roma de 1922
Mussolini en la marcha sobre Roma de 1922

Fue el 28 de octubre de 1922. Un grupo de disidentes con el gobierno inició su asalto final sobre Roma para tomar el poder. Tres años atrás se habían organizado en los Fasci Italiani di Combattimento, y tras una carrera en que habían ido tomando espacios utilizando todos los medios posibles, violentos y no, estaban convencidos de que iban a tener éxito. Y no les faltaba razón. Aquel día nadie les plantó cara, ni siquiera el rey Víctor Manuel III, que se negó a firmar la declaración de estado de sitio. De hecho, ya en la jornada siguiente pidió este a Mussolini, el líder de los disidentes, que aceptara el cargo de primer ministro y formara un gabinete. Y así, el 31 miles de camisas negras, el cuerpo de milicias del líder fascista, desfilaron por las calles de Roma en un impresionante desfile triunfal. Era el inicio del fin de las libertades democráticas en Italia.   

Este es el relato que se suele contar, con más o menos detalle, en los manuales de historia. Sin que, en general, se aluda a otras cuestiones vinculadas a los especialistas en tales temas, de tal modo que, al rechazar estas, se divulga una visión de la historia que no atiende a los matices o a la riqueza de los procesos que llevan a los cambios. De allí que nos resulte tan interesante el éxito masivo de la novela M. El hijo del siglo (2018, aunque en español apareció dos años después) y su continuación, M. El hombre de la providencia (2021), pues allí su autor, Antonio Scurati, trata de mostrar el fascismo a partir de un planteamiento especialmente difícil de resolver: buscando el rigor histórico y, a la vez, novelando las emociones y pensamientos de sus personajes.

El resultado, desde luego, es satisfactorio. Tanto que estamos ante dos novelas que podrían complementar perfectamente algunas de las obras clásicas que la historiografía ha dedicado al periodo. Así, por ejemplo, Scurati estudia los modos en que la sociedad italiana aceptó el nuevo sistema, así cómo la implicación que la ciudadanía tuvo en tales cambios, y con su estilo logra impresionar al lector. Sobre todo, cuando nos muestra la falta de empatía que sus personajes sienten, su nihilismo y su insensibilidad, así como la exaltación que hacen de la muerte y de las “glorias” de la guerra, muchas veces, a partir de la estética que teóricos como Annunzio formularon. Todo, en su conjunto, para que sus adversarios sufrieran el rechazo y el desprestigio y resultara mucho más fácil la asimilación de la ideología fascista en la sociedad italiana. 

Y es que, como queda de manifiesto en estas obras, la falta de piedad fue una de las armas que el fascismo mejor logró propagar. A fin de cuentas, necesitaba esto para construirse. Es lo que se demostró cuando un joven anarquista de 15 años llamado Anteo Zamboni intentó atentar contra Mussolini en la celebración del cuarto aniversario de la marcha sobre Roma: el joven, tras ser descubierto, fue apuñalado y linchado de inmediato por los partidarios de Mussolini sin que hubiera juicio alguno. Muestra de que ya entonces el terror se había normalizado y había logrado calar hondo en gran parte de la sociedad italiana (otro ejemplo, más conocido: muy poco atrás, en junio de 1924, los camisas negras habían asesinado al político Giacomo Matteoti sin sufrir castigo alguno por ello).

Los dos libros que Scurati dedica a Mussolini demuestran, pues, el caldo de cultivo que permitió el desarrollo del fascismo. El mismo que llevó a sus partidarios a deshumanizar al adversario y a dar teorías que aliviaran la conciencia de quienes se encargaban de ejecutar sus órdenes. Hoy día, por supuesto, las cosas han cambiado, pero algunos de estos mecanismos no nos son del todo ajenos. Y quizá por eso estos libros hayan logrado fascinar tanto a sus lectores. No en vano, todavía tenemos muchas lecciones de aprender de los años en que se construyó el totalitarismo.