jueves, 21 de noviembre de 2024 12:33h.

Cuando muchos creyeron que había llegado el Juicio Final: el “día oscuro” de Nueva Inglaterra

Fue el 19 de mayo de 1780, en el territorio de Nueva Inglaterra, en torno a las diez de la mañana. El cielo se oscureció de repente y comenzaron a tener lugar una serie de comportamientos que llevaron a muchos a creer que había llegado el Juicio Final.
El día oscuro según un libro de 1878
El "día oscuro" según 'Our first century', de R.M. Devens (1878)

Sucedió en Nueva Inglaterra, en algunas zonas de Canadá y, también, Nueva Jersey. El 19 de mayo de 1780, de repente, a eso de las diez de la mañana, el cielo se oscureció. Las aves de corral, creyendo que había llegado la noche, se retiraron a descansar, al igual que el ganado, que totalmente confuso empezó a regresar a los establos. Al poco se dejó de escuchar a los pájaros y llegaron los sonidos de los animales nocturnos.

Todos, hombres y mujeres, entraron en pánico ante el extraño fenómeno, más aún, porque la ausencia de medios de comunicación les hizo pensar que la oscuridad se cernía sobre todo el mundo. Los niños que habían ido a la escuela regresaron a sus casas y los adultos abandonaron sus trabajos. Varios predicadores, como el reverendo Nahaniel Whitaker de Salem, empezaron a decir que aquello era un castigo de Dios por los pecados de la comunidad. Y, por el miedo, comenzaron a escucharse por todas partes rezos y lloros, sobre todo, cuando empezó a decirse que había llegado el día del Juicio Final. Algunos fueron a las iglesias. Otros, de distinta mentalidad, prefirieron las tabernas. Algunos ni aún así abandonaron el trabajo, como sucedió con Abraham Davenport, concejal y juez de Connecticut, quien al escuchar en el transcurso de una reunión a sus compañeros afirmar que se debía interrumpir la sesión porque quizá había llegado el fin del mundo, contestó: “Estoy en contra del aplazamiento. Quizá se acerque el día del Juicio o quizá no. Si no es así, no hay motivo para un aplazamiento. Y si es así, elijo que me encuentre cumpliendo mis deberes. Por lo tanto, deseo que se traigan velas”:

Pintura que representa la actitud de Abraham Davenport durante el "Día oscuro"

No es este el único testimonio interesante de ese día, pero sí el más célebre y el más sorprendente por su grado de estoicismo y firmeza (de él dio cuenta el poeta John Greenleaf Whittier cuando narró en forma de verso este extraño episodio). También contamos con los que dejaron George Washington –en aquel momento en New Jersey por las acciones de la Guerra de Independencia-, el abogado e historiador Sydney Perley o algunos ciudadanos ilustres que quisieron dar cuenta de todo en distintos periódicos y diarios. 

Lo cierto es que con el paso de las horas el cielo empezó a clarear un poco más, y a la mañana siguiente el sol volvió y retornó la normalidad, para gran alivio de todos. Algunos, siguieron hablando de una señal divina; otros, prefirieron encontrar un fenómeno más terrestre. Ellos fueron quienes consideraron que lo sucedido se había producido por una extraña mezcla de nubes, niebla y humo, hipótesis esta que  parecieron corroborar las investigaciones posteriores. Así, se tiene constancia de que en los territorios adyacentes se habían producido varios incendios –sobre todo, en los bosques canadienses-, cuyas largas nubes de humo debió arrastrar el viento junto a la densas nieblas procedentes del océano. Además, el hecho de que la luz volviese con la llegada de la brisa, que debió mover nuevamente aquella masa oscura, convierte esta explicación en la más plausible (aunque, es verdad, sorprende que los animales no huyeran en estampida al notar el humo, como hubiera sido lógico). Sea como fuere, este episodio pasó a la historia como uno de los fenómenos atmosféricos más extraños del siglo. Tanto, que hoy día su recuerdo forma parte de la cultura popular estadounidense.