Febrero de 1911: cuando la falda-pantalón trajo el escándalo a las calles de España
Los periódicos españoles dieron cuenta en febrero de 1911 de una serie de hechos que se estaban sucediendo en distintas ciudades de la península: los altercados –a veces, con resultados violentos- que estaba provocando en las calles el uso de la falda-pantalón. Esto, que también se dio en muchos otros países y que sin duda ahora llama la atención, ilustra muy bien algunos de los cambios que se estaban dando a primeros de siglo respecto al rol tradicional de la mujer.
Fue en la última semana de febrero de 1911. Dos mujeres, siguiendo la moda procedente de Inglaterra, decidieron ponerse una falda-pantalón y pasear por las calles de Madrid. Al poco, notaron murmullos a sus espaldas y vieron cómo todos comenzaban a señalarlas. Algunas personas, incluso, comenzaron a seguirlas, sumándose, con el paso del tiempo, más y más. Tanto, que cuando pasaron por la calle de la Concepción Jerónima había tal multitud a su alrededor que los tranvías de la zona fueron incapaces de seguir circulando. Y todo porque el público no podía dar crédito ante esa prenda que les resultaba tan atrevida. Algunos de los congregados, miraban con curiosidad, otros apoyando la iniciativa, y otros, los más ruidosos, criticando con rabia. Estos son quienes llevaron a las mujeres a desistir en sus empeños de continuar mostrando esa prenda, como señalaba el periódico La Vanguardia en su edición del 23 de febrero: “Las señoritas tuvieron que refugiarse en una portería de la calle del Mesón de Paredes, donde estuvieron un rato para escapar a la curiosidad del público, saliendo poco después con abrigos largos que disimulaban el pantalón”. Allí, además, se señalaba que no estaban ante un caso aislado, pues algo similar se había vivido con otras dos mujeres en la calle de Carretas y en la Puerta del Sol.
Porque, sí, la falda-pantalón provocó gran polémica en la sociedad de primeros de siglo XX. Y no solo en Madrid, también en muchas ciudades del mundo, incluidas algunas de los Estados Unidos en donde se llegó a aprobar leyes que prohibían su uso a las mujeres. Incluso causó rechazó en París pese a ser ya esta una ciudad especialmente abierta a las nuevas modas. Y todo porque la prenda cambiaba el rol tradicional que se había dado hasta entonces a la mujer y se exigía que esta solo llevara pantalones o prendas similares en determinados oficios –los trabajos del campo, por ejemplo-. Al punto de que por esta causa hay registrados en esos meses distintos episodios violentos para varias poblaciones. Por ejemplo, sabemos que en Madrid se organizaron grupos con el objetivo de atacar a toda mujer con esta prenda, llegándose a tal circunstancia que las autoridades de la ciudad se vieron en la necesidad de poner guardias para proteger a quienes vistieran así. Consta, incluso, que hubo enfrentamientos físicos –“a puñetazo limpio”, según las crónicas- entre quienes defendían la libertad de utilizar esa prenda y quienes la consideraban incompatible con los valores morales.
Una de las ilustraciones alusivas a esta noticia
La prensa de la época demuestra este debate, sobre todo, en los meses de febrero y marzo de 1911. Con testimonios para todos los gustos, desde aquellos que defienden la nueva moda, a quienes la consideran aberrante. Así, por ejemplo, se cuenta que a finales de marzo una joven paseó por las calles de Zaragoza con una falda-pantalón especialmente ajustada, provocando tal barullo que la policía se vio obligada a intervenir; y en Valencia, en las mismas fechas, dos jóvenes se vieron obligadas a meterse en una tienda para evitar la tensión que su vestimenta había generado entre los transeúntes. A tal punto que la policía se vio obligada a actuar, a golpes de sable, para disolver los desórdenes.
Lo curioso es que todos estos escándalos provocaron el efecto contrario: esos días los modistos recibieron más encargos que nunca para confeccionar una falda-pantalón. Y, de este modo, poco a poco, esta prenda se fue asentando. Habrían de pasar algunos años, sin embargo, para que se normalizara y las mujeres comenzaran a atreverse a llevar pantalones en público. Por suerte, al final la libertad y la comodidad lograron imponerse.