jueves, 21 de noviembre de 2024 00:00h.

Siete poemas de Gloria Fuertes

Gloria Fuertes (Foto: Fundación Gloria Fuertes)
Gloria Fuertes (Foto: Fundación Gloria Fuertes)

(Madrid, 28 de julio de 1917 – Madrid, 27 de noviembre de 1998)

Ya con cinco años escribía y dibujaba sus propios cuentos pese a no contar en casa con estímulo alguno para ello. De hecho, como ella misma confesó, su madre, que trabajaba de costurera y sirvienta, le pegaba si la veía con libros. Pronto, sin embargo, reveló su gran talento para la poesía, pues ya con catorce años, en 1932, publicó su primer poema, “Niñez, Juventud, Vejez”.

Estudió en el Instituto de Educación Profesional de la Mujer y logró los diplomas de Taquigrafía, Mecanografía, Higiene y Puericultura. Además, tras la muerte de su padre, trabajó en Talleres Metalúrgicos y como secretaria de oficina, compaginando todo con su pasión por la escritura. Así, con tan solo 17 años completó su primer libro de poemas, Isla ignorada, si bien, no pudo publicarlo hasta 1950. Fue también en esas fechas cuando empezó su relación con la literatura para niños. Fue así colaboradora en distintos suplementos de diarios y revistas infantiles, entre ellas, Maravillas, en donde publicó regularmente cuentos, poesías e historietas. Igualmente realizó obras de teatro, tanto para niños como para adultos, estrenando en 1952 su obra Prometeo, que le valió el Premio Valle-Inclán.

En 1951 fundó junto a María Dolores de Pablos y Adelaida Las Santas el grupo “Versos con faldas” con el cual realizó habituales lecturas y recitales por cafés y bares de Madrid; colaborando además en revistas para adultos como Rumbos, Poesía Española y El Pájaro de Paja. Además, formo parte del grupo fundador de la revista Arquero, de la que llegó a ser directora.

Dispuesta siempre a crecer intelectualmente, entre 1955 y 1960 estudió biblioteconomía e inglés en el Instituto Internacional de Madrid, en donde conoció a la hispanista Phyllis Turnbull, con quien mantendría una relación sentimental de quince años. Luego, en 1961, obtuvo la beca Fulbright en Estados Unidos para impartir clases de Literatura española en la Universidad Bucknell, trasladándose posteriormente al Mary Baldwin College y al Bryn Mawr College. Regresaría a España en 1963.

Desde mediados de la década de 1970 se hizo extraordinariamente popular entre el público infantil español gracias a programas de la televisión como Un globo, dos globos, tres globos, La mansión de los Plaff o La cometa blanca. Esto hizo que muchos la catalogaran como una poeta para niños, sin tener en cuenta gran parte de su legado literario.

Falleció en 1998, a los 81 años, y legó toda su fortuna al orfanato Ciudad de los muchachos.

Por su poesía se le ha adscrito a la generación del 50, sobre todo, con las corrientes sociales y reivindicativas de autores como Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Hierro. Así, entre los temas habituales de sus versos están la denuncia de las injusticias sociales, la soledad, el dolor, el amor o la situación de la mujer. Además, por sus vivencias durante la guerra civil española es habitual su antibelicismo y su rechazo a la barbarie en el mundo civilizado. Igualmente, ofrece formas originales, especialmente por –en palabras de Francisco Nieva- su “invención de imágenes, de giros y sonoridades llenos de calidad y sorpresa”.

AL BORDE

Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.

He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.

A VECES QUIERO PREGUNTARTE COSAS

A veces quiero preguntarte cosas,
y me intimidas tú con la mirada,
y retorno al silencio contagiada
del tímido perfume de tus rosas.

A veces quise no soñar contigo,
y cuanto más quería más soñaba,
por tus versos que yo saboreaba,
tú el rico de poemas, yo el mendigo.

Pero yo no adivino lo que invento,
y nunca inventaré lo que adivino
del nombre esclavo de mi pensamiento.

Adivino que no soy tu contento,
que a veces me recuerdas, imagino,
y al írtelo a decir mi voz no siento.

NO PERDAMOS EL TIEMPO

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.

Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.

YA VES QUÉ TONTERÍA

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.

Me creo que da buena suerte:
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.

ISLA IGNORADA

Soy como esa isla que ignorada,
late acunada por árboles jugosos,
en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de nada,
—sola sólo—.
Hay aves en mi isla relucientes,
y pintadas por ángeles pintores,
hay fieras que me miran dulcemente,
y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
y voces interiores
de volcanes dormidos.

Quizá haya algún tesoro
muy dentro de mi entraña.
¡Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño
pedazo de carbón!
Los árboles del bosque de mi isla,
sois vosotros mis versos.
¡Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene el mar que me rodea!

A esta isla que soy, si alguien llega,
que se encuentre con algo es mi deseo;
—manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo—.
Un nombre que me sube por el alma
y no quiere que llore mis secretos;
y soy tierra feliz —que tengo el arte
de ser dichosa y pobre al mismo tiempo—.

Para mí es un placer ser ignorada,
isla ignorada del océano eterno.

En el centro del mundo sin un libro
sé todo, porque vino un mensajero
y me dejó una cruz para la vida
—para la muerte me dejó un misterio.

PIENSO MESA Y DIGO SILLA

Pienso mesa y digo silla,
Compro pan y me lo dejo,
Lo que aprendo se me olvida,
Lo que pasa es que te quiero.
La trilla lo dice todo;
Y el mendigo en el alero,
El pez vuela por la sala
El toro sopla en el ruedo.
Entre Santander y Asturias
Pasa un río, pasa un ciervo,
Pasa un rebaño de santas,
Pasa un peso.
Entre mi sangre y el llanto
Hay un puente muy pequeño,
Y por él no pasa nada,
Lo que pasa es que te quiero.

TODO ASUSTA

Asusta que la flor se pase pronto.
Asusta querer mucho y que te quieran.
Asusta ver a un niño cara de hombre,
asusta que la noche...
que se tiemble por nada,
que se ría por nada asusta mucho.
Asusta que la paz por los jardines
asome sus orejas de colores,
asusta porque es mayo y es buen tiempo,
asusta por si pasa sobre todo,
asusta lo completo, lo posible,
la demasiada luz, la cobardía,
la gente que se casa, la tormenta,
los aires que se forman y la lluvia.
Los ruidos que en la noche nadie hace
—la silla vacía siempre cruje—,
asusta la maldad y la alegría,
el dolor, la serpiente, el mar, el libro,
asusta ser feliz, asusta el fuego,
sobrecoge la paz, se teme algo,
asusta todo trigo, todo pobre,
lo mejor no sentarse en una silla.