Siete poemas de Wisława Szymborska
(Prowent, actual Kórnik, Polonia, 2 de julio de 1923 - Cracovia, 1 de febrero de 2012)
Su padre trabajaba como administrador del conde Władysław Zamoyski en Prowent, aunque cuando ella tenía un año la familia se mudó a Toruń. Posteriormente, en 1931, se instalaron todos en Cracovia, donde Wislawa vivió hasta sus últimos días.
Fue aquí donde vivió la Segunda Guerra Mundial, mientras se educaba en clases clandestinas y conocía de primera mano los horrores del nazismo. Desde 1943 trabajó como empleada de ferrocarril, momento en que estuvo a punto de ser deportada a Alemania para realizar trabajos forzosos, pero consiguió esquivar este destino. Paralelamente trabajó también como ilustradora y dio sus primeros pasos como escritora.
Al terminar la guerra comenzó a estudiar literatura polaca para luego cursar Sociología en la Universidad Jagellónica de Cracovia. Fue entonces cuando conoció al famoso poeta Czesław Miłosz, una de sus mayores influencias, además de a Adam Wlodek, con quien se casaría en 1948. Este último año también abandonó sus estudios, sin haber obtenido el título, como consecuencia de sus problemas económicos.
Fue en marzo de 1945, con 21 años, cuando logró incluir en una publicación un poema propio, si bien, no fue hasta 1952 cuando apareció su primer poemario, Por eso vivimos, en donde es patente su compromiso político con el llamado “realismo socialista”, al igual que en su segunda obra, Preguntas hechas a una misma.
Los años, sin embargo, le hicieron desencantarse del comunismo, y aunque se mantuvo ideológicamente en el campo de la izquierda, rechazó estas dos primeras obras. Además, se acercó a los grupos disidentes y se atrevió atacar a Stalin en su Llamada al Yeti (1957).
Entre 1953 y 1981 trabajó en la revista de reseñas literarias Życie Literackie (Vida literaria), publicando allí desde 1968 una columna en donde hacía crítica de libros. Luego, de 1981 a 1983 fue editora de NaGlos, traduciendo también en esa década literatura francesa al polaco y escribiendo distintos ensayos. Todo esto, por supuesto, sin abandonar la poesía, pues publicó obras como Sal (1962), Mil alegrías, un encanto (1967), Si acaso (1975), Gente en el puente (1986), Fin y principio (1993), De la muerte sin exagerar (1996), Instante (2002), Dos puntos (2004) y Aquí (2009).
Por su obra recibió distintos premios, entre ellos, el Ciudad de Cracovia de Literatura (1954), el Premio del Ministerio de Cultura de Polonia (1963), el Goethe (1991), el Herder (1995) y el más prestigioso de todos, el Nobel de Literatura (1996).
Falleció en 2012, a los 88 años, tras haber preparado los poemas del que fue su último trabajo, Hasta aquí (2014).
En su poesía Wislawa Szymborka suele utilizar versos cortos, ofreciendo un léxico directo y sin metáforas. Brilla, sobre todo, a la hora de exponer temas, pensamientos, emociones y situaciones; a veces, desde una postura crítica, otras con ironía, otras valiéndose de la paradoja, pero siempre buscando la reflexión. Entre sus temas más habituales están la espontaneidad, lo excepcional, lo efímero, la guerra y el terrorismo. Por todo esto, así como por la originalidad de sus puntos de vista, es una de las poetas más prestigiosas de las últimas décadas.
AGRADECIMIENTO
Debo mucho
a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.
(Versión de Abel. A. Murcia)
BAJO UNA PEQUEÑA ESTRELLA
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas y que me esfuerce
después para que parezcan ligeras.
(Versión de Abel. A. Murcia)
LA ALEGRÍA DE ESCRIBIR
¿Hacia dónde corre por el bosque escrito la cierva escrita?
¿A saciar su sed a orillas del agua escrita
que le calcará el hocico cual hoja de papel carbón?
¿Por qué alza la cabeza?, ¿ha oído algo?
Sobre sus cuatro patas, prestadas por la realidad,
levanta la oreja bajo mis dedos.
Silencio —palabra que cruje en el papel
y separa las ramas que brotan de la palabra «bosque».
A punto de saltar sobre la página en blanco acechan
letras que acaso no congenien,
frases tan insistentes
que consumarán la invasión.
Una gota de tinta contiene una sólida reserva
de cazadores, apuntando con un ojo ya cerrado,
preparados para el descenso por la pluma empinada,
para cercar la cierva y llevarse el fusil a la cara.
Olvidan que esto, lo de aquí, no es la vida.
Aquí, negro sobre blanco, rigen otras leyes.
Un abrir y cerrar de ojos durará cuanto yo quiera,
se dejará fraccionar en eternidades minúsculas
llenas de balas detenidas en pleno vuelo.
Nada sucederá si yo no lo ordeno.
Contra mi voluntad no caerá la hoja,
ni una brizna se inclinará bajo la pezuña del punto final.
¿Existe, pues, un mundo
cuyo destino regento con absoluta soberanía?
¿Un tiempo que retengo con cadenas de signos?
¿Un vivir que no cesa si éste es mi deseo?
Alegría de escribir.
Poder de eternizar.
Venganza de una mano mortal.
AMOR A PRIMERA VISTA
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
‒quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono‒,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
(Versión de Abel. A. Murcia)
AMOR FELIZ
Amor feliz. ¿Es normal,
es serio, es positivo?
¿De qué le sirven al mundo dos seres
que no ven el mundo?
Enaltecidos mutuamente sin merecerlo,
dos cualesquiera entre un millón, mas convencidos
de que les sucedería. ¿En recompensa de qué? De nada.
La luz cae de ninguna parte.
¿Por qué da en ellos y no en otros?
¿Ofende a la justicia? Sí.
¿Infringe las normas establecidas con esmero,
despeña la moraleja desde la cumbre? Infringe y despeña.
Mirad a los felices:
¡Si al menos se escondieran un poco,
si fingieran agobio para reconfortar a los amigos!
Escuchad cómo ríen: es una afrenta.
En qué lengua hablan, al parecer comprensible.
Y esos ceremoniales, esos miramientos,
esas primorosas y mutuas atenciones,
¡diríase un complot a espaldas de la humanidad!
¿Qué ocurriría
si su ejemplo se imitara?
A qué recurrirían la religión y la poesía,
qué sería recordado y qué olvidado,
quién elegiría permanecer encerrado en el círculo.
Amor feliz. ¿Es necesario?
El tacto y el juicio obligan a silenciarlo
como si fuera un escándalo de las altas esferas de la Vida.
Los bebés espléndidos nacen
pero nunca lograrán poblar la tierra
ya que pocas veces sucede.
Que quienes no conocen el amor feliz
sigan afirmando que no existe un amor feliz en ningún sitio del mundo.
Con esa creencia les será más fácil vivir y también morir.
RECIPROCIDAD
Hay catálogos de catálogos.
Hay poemas sobre poemas.
Hay obras sobre actores representadas por actores.
Cartas motivadas por cartas.
Palabras que sirven para explicar palabras.
Cerebros ocupados en estudiar el cerebro.
Hay tristezas contagiosas al igual que la risa.
Hay papeles que provienen de legajos de papeles.
Miradas vistas.
Casos declinados por caso.
Grandes ríos con gran participación de otros pequeños.
Bosques hasta sus bordes desbordados de bosque.
Máquinas destinadas a construir máquinas.
Sueños que de repente nos arrancan el sueño.
Salud necesaria para recuperar la salud.
Escaleras tan hacia abajo como hacia arriba.
Gafas para buscar gafas.
Inspiración y espiración de la respiración.
Y ojalá de vez en cuando
odio al odio.
Porque a fin de cuentas
lo que hay es ignorancia de la ignorancia
y manos ocupadas en lavarse las manos.
ADIÓS A LAS VISTAS
No guardo rencor a la primavera
por haber vuelto.
No la culpo
de cumplir con sus deberes
año tras año.
Comprendo que mi tristeza
no detendrá el verdor.
Si la hierba vacila
se debe sólo al viento.
No me duele que los alisos
inclinados sobre el agua
vuelvan a tener con que susurrar.
Acepto de buen grado
que —como si aún vivieras-
la orilla de cierto lago
siga tan bella como antes.
No les reprocho a las vistas
las vistas a una bahía
deslumbrada por el sol.
Incluso soy capaz de imaginar
que unos no-nosotros
están en este momento sentados
en el tronco caído de un abedul.
Respeto su derecho
a la risa, al susurro
y al silencio feliz.
Incluso les supongo
por amor unidos,
y que él la rodea
con un brazo vivo.
Algo súbito, algo pajaril
cruje entre el juncal.
De corazón les deseo
que lo oigan.
No pido cambios
a las olas de la orilla,
ora ágiles, ora perezosas,
que, a mí, no me obedecen.
No exijo nada
del remanso del bosque,
ya esmeralda,
ya zafiro,
ya negro.
Sólo con un detalle no me conformo.
Con mi propio regreso al lugar.
Con el privilegio de la presencia.
Presento mi renuncia.
No he vivido más que tu,
sino sólo lo bastante
para pensar de lejos.